Cuando la campaña política apenas comienza para la contienda local y regional, llama la atención escuchar, tempraneramente, a los que sin duda estarán en la grilla de partida irse lance en ristre en contra de los que actualmente gobiernan y pareciera ser que ese es el único argumento para lograr el respaldo y se olvidan de una bella frase con orígenes bíblicos que nos enseñan que con la vara con la que medimos, será la misma con que nos medirán.
Y es que por mi experiencia en lo público puedo decir que una cosa es ver el toro desde la comodidad de los tendidos y otra diferente cuando se tiene que torear un ejemplar embravecido en el centro del ruedo.
Quienes como estrategia asumen la crítica voraz y desalmada contra quien gobierna, la vida les enseñará que de ser elegidos tarde que temprano comerán dos platos de su mismo cocinado, pues parto de la base que no hay gobierno perfecto y siempre habrá alguien incon-forme y dispuesto hacer su voluntad. Si se bajó el diablo del paraíso para hacerle oposición a Dios, imagínense nada más el resto de la película.
Yo le diría a los que aspiran a ser alcaldes, gobernadores, concejales o diputados que no se graben en videos para mostrar el puente que no se hizo, para refrescarnos las crueles estadísticas de homicidios o para rasgarse las vestiduras por un hueco en la vía, más bien cuéntele a la ciudadanía usted cómo va hacer para solucionar esos y otros problemas que se le vendrán encima.
Ya no estamos para candidatos mesiánicos, todos poderosos que ven el presente con claridad, pero que no se atreven a decir con seriedad y objetividad cómo sería el futuro con ellos en los sillones del poder.
Mesura señores, respeto y calma. No olviden que de su discurso depende la respuesta de una ciudadanía harta de la confrontación y la refriega, pues como lo dijo Aristóteles 350 años antes de Cristo: “El hombre es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras”.