Para escribir esta columna tuve la opción de escoger al menos seis encabezados, pero al final me decanté por uno que toca mis fibras y tiene que ver con el placer, el gusto y la constancia con la que mi padre solía cada semana comprar EL TABLOIDE, leer las noticias y luego comentarlas en los talleres de lectura en la cual participábamos todos.
La razón por la que siempre lo adquiría era por su origen liberal y aunque nunca lo conoció, siempre admiró a don José Espejo y recuerdo que cuando la radio entregó la noticia de su muerte expresó que Tuluá había perdido un gran hombre.
Cuando quien firma estas líneas empezó a escribir sus opiniones en el Diario El Picacho, del siempre recordado Mauricio Cuervo, me dijo que siguiera trabajando para que un día Caída Libre estuviera en este semanario y aunque nunca leyó una de mis columnas sé que donde se encuentre está orgulloso por este logro.
Esta introducción me sirve para expresar la alegría que hoy tengo por hacer parte de la historia de esta casa editorial y, de haber, conocido de cerca a Doña Nilsa López de Espejo y lo más importante, haber podido desmitificarla, pues como lo he dicho antes, cuando se abrió la posibilidad de llegar a escribir en sus páginas tenía en mi imaginario una idea que por fortuna era infundada y que he podido desvirtuar en ese tiempo compartido.
Hacer parte de los 50 años de EL TABLOIDE es algo que le agradezco a la vida porque me ha permitido crecer en la parte profesional y cumplir con las expectativas sin defraudar la confianza depositada.
Hoy hago parte de los muchos tulueños que admira a doña Nilsa por su fortaleza, su talante, la visión de empresa, pero ante todo por la generosidad de su corazón. Detrás de la armadura que tras la muerte de Don José debió enfundarse hay una mujer sensible, trabajadora, que ama a su familia y quien está 24/7 pensando en qué hacer para que este proyecto de vida no desfallezca en momentos en que hacer periodismo, y ante todo escrito, se ha vuelto un reto mayúsculo.