Hace poco hablaba con un amigo que está en la baraja de precandidatos a la alcaldía de Tuluá y le decía que esa es una decisión que raya con la locura y que con el palmarés y la experiencia que tiene, le iría mejor como asesor en las diferentes entidades del estado o del sector privado del país.
Y esa sugerencia o comentario lo hice porque creo que hoy hacer política en Colombia no solo es caro, sino que también se ha convertido en un oficio muy complejo, pues estamos ante una ciudadanía apática a participar y abiertamente crítica a los dirigentes que ostentan el poder, cualquiera que sea su procedencia y/o afiliación política.
La sociedad de hoy y como lo dijera en una de sus homilías el padre Freddy Escudero, está dominada por el relativismo y donde valores como la verdad no existen y mucho menos respeto a la autoridad, pues de alguna manera le está gustando vivir en medio de la anarquía en todos los escenarios.
Basta con salir a cualquier calle del país para darse cuenta cómo los ciudadanos irres-petan las normas de tránsito, agreden a quienes ejercen la autoridad, conducta que se venía dando desde hace varios años pero que se hizo crónico durante la pandemia y de manera especial en el triste y afamado estallido social, que empoderó a la ciudadanía para reclamar lo que considera injusto, pero al mismo tiempo transformó ese derecho en la acción deliberada de hacer lo que se le viene en gana pasando por encima de todo.
Es sin duda el de hoy uno de los momentos más complejos y quienes están en la arena deben estar conscientes que se enfrentan a una sociedad donde todo es malo y nada sirve, donde la institucionalidad vale cada día menos y la gente sigue esperando a un Mesías que los libere de todas las cargas.
PD. Si usted aspira a gobernar, no se ensañe contra quien lo hace ahora, pues si llega a ganar probará que una cosa es la corrida desde afuera y otra con el toro de frente.