Si me faltaba un argumento que validara mi posición de votar en blanco en la segunda vuelta presidencial, las revelaciones de la Revista Semana sobre la campaña perpetrada desde las toldas del Pacto Histórico para afectar a sus contrincantes, campaña que por demás estoy casi seguro existe y existió en todas las demás, me lo dio y definitivamente como ciudadano, no votaré por el menos malo y de alguna manera le apostaré a tener mi conciencia tranquila y la capacidad de apoyar con plena libertad al que salga elegido cuando haga las cosas bien o criticarlo si sus acciones van en contravía de los intereses de la patria.
Votaré en blanco con la plena conciencia que será un acto simbólico, pues extrañamente la Constitución de 1991 le quitó los dientes a esta opción ciudadana de manifestarse en las urnas cuando ninguno de los aspirantes genere la confianza necesaria en el elector primario.
Asumo esta postura porque Gustavo Petro ni el ingeniero Rodolfo Hernández, lograron llenar mis expectativas ciudadanas, pues el primero tiene unas posturas mesiánicas con un ego que roza las nubes y el otro es un venerable adulto mayor que no tiene la más mínima concepción de lo que es un estadista y quien se quedó en los 50 cuando hablar duro, insultar y hasta “cascarle” al otro eran sinónimo de hombría y virilidad.
Votaré en blanco porque la democracia me lo permite muy a pesar que durante esta semana me han bombardeado con videos y cadenas en mis redes sociales y donde tirios y troyanos me dicen que votar así es apoyar a Petro o Hernández, postura que respeto pero de la que discrepo, pues como ya lo dije líneas atrás, es un acto simbólico y mi manera de repudiar las cochinas prácticas politiqueras que son tan antiguas como la humanidad, solo que ahora hay medios electrónicos y redes sociales que permiten ponerlas en evidencia.
Mientras seguía las revelaciones de la Revista Semana y las estrategias para acabar con Fajardo y Fico, pensé: Qué bueno que el sistema democrático tuviera la opción de declarar desierta las elecciones, barajar y empezar de nuevo, le haríamos un bien a esta patria que sigue siendo tan boba como la de 1810.