Me quedé anonadado al escuchar a la secretaria de Salud de Cali, Miyerlandi Torres Agredo, quien al hacer referencia del penoso accidente de dos ambulancias en el barrio El Lido en la Sultana del Valle, con dos personas muertas y cinco más heridas, dejó entrever que como autoridad municipal están maniatados y/o sin funciones para actuar contra la manera como las empresas dueñas de los vehículos de socorro se han apoderado de las calles de la capital del Valle y que se ha propagado a municipios como Buga, Tuluá, Cartago, Palmira entre otros en el Valle del Cauca y el país.
Precisó la funcionaria caleña que se debe citar a una mesa técnica al ministerio de Salud y otras dependencias del orden nacional, para revisar los vacíos de la norma y quizá hallar así una salida que ponga freno a esta carrera de muerte en la que se enfrascaron los tripulantes de los pequeños vehículos, quienes de manera irresponsable exceden los límites de velocidad, no acatan las señales de tránsito y ponen en riesgo sus vidas y las de otros conductores o peatones que son sorprendidos por el estridente sonar de las sirenas.
Y digo que me sorprende la respuesta de la funcionaria de la capital vallecaucana, pues revisando el Código Nacional de Transito no encuentro ningún artículo, parágrafo o enciso que faculte a los conductores a viajar a 90 o más kilómetros por hora en vías urbanas, estrechas y en algunos casos en mal estado o que les permita pasarse a un semáforo en rojo y mucho menos que obligue a que todos los demás ocupantes de la calle tengan que abrirles vía para atender emergencias que, en la mayoría de los casos, son insignificantes y hasta inexistentes.
Sin mencionar que varios de los que ejercen como paramédicos no tienen las condiciones profesionales para atender los pacientes y terminan agravando las lesiones.
Lo que me queda claro es que a las autoridades de Cali, Tuluá, Buga y otros municipios donde las ambulancias han convertido las calles en pistas de Fórmula 1, les ha faltado apretar las tuercas y meter en cintura a las empresas y sus operarios que bajo el pretexto de salvar una vida ponen en riesgo las de otras personas o incluso indefensos animales que han perecido bajo las ruedas de la muerte.
PD. Estas líneas se las dedico a las lágrimas que mis hijos derramaron por la muerte de Sacha, arrollada por una ambulancia en la carrera 18 de Tuluá.