Cada que acudo a las urnas lo hago pensando en que este país pueda tener un mejor horizonte, un futuro más promisorio y donde se pueda vivir desde las diferencias en una armonía política que permita la edificación de una patria nueva, pero tristemente, los resultados de la contienda electoral del domingo 13 marzo mostraron lo contrario y en el caso de la presidencia marcó nuevamente una polarización absurda entre dos extremos que me hacen pensar que gane quien gane seguiremos en el mismo berenjenal.
En mi caso particular, le aposté una vez más a la opción del centro con la esperanza de tener una candidatura sólida que se enfrentara a las propuestas de la izquierda y la derecha.
Pero la baja votación de esa coalición, donde había candidatos de excelsas condiciones humanas, fue un duro golpe para quienes creemos que salirnos de los extremos es lo mejor que le puede pasar al país.
Aun así y aunque suene a una utopía, sigo confiando en que las ciudadanías libres, como dice el candidato Petro, y que podría estar representada en los cinco o más millones de votos que se depositaron para el Congreso de la República y que no se reflejaron en las consultas, tome la decisión de apostarle a una opción distinta a la que representan los candidatos de la izquierda y la derecha colombiana.
En ese orden de ideas y ante la radicalización del debate por la presidencia, me atrevo hacerle un llamado a los ciudadanos de a pie para que nos salgamos de ese círculo vicioso en el que estamos metidos y no caigamos en esa guerra de insultos o descalificaciones que pululan en las redes sociales y que es el caldo de cultivo para una confrontación en la que los únicos perdedores seremos nosotros, pues una vez más los líderes llamados a unir al país en torno a una causa, nos están sumergiendo en una disputa clasista entre pobres y ricos, buenos y malos yendo como borregos a una batalla que no nos corresponde.
Debata si quiere debatir, pero hágalo con respeto, la patria se lo agradecerá.