Siempre he considerado que los caricaturistas y humoristas (los buenos) tienen la capacidad de retratar la realidad de la sociedad con sus pro y contras, triunfos y fracasos, aciertos y desaciertos, extravagancias y trivialidades llevado a quien los lee o los sigue a comprender de manera sencilla los hechos más rimbombantes o hasta aquellos que resultan ínfimos o intrascendentes.
Quizá por eso me fue fácil conectarme con la serie del polémico personaje cómico Juanpis González, encarnado por el comediante bogotano Alejandro Riaño, quien es tendencia desde que apareció en la plataforma Netflix.
Y es que conservando la narrativa que se hizo famosa en sus apariciones en Facebook, Riaño, a través de su personaje rolo hasta más no poder, deja en evidencia el entramado de la política, el papel de los asesores y la incidencia de los poderes económicos infiltrados en la derecha, el centro, la centro izquierda y hasta la izquierda más radical.
Juanpis González, la serie, es una sátira mordaz a la manera de hacer política en Colombia, a la compra de votos, a las alianzas con Dios y con el diablo, con tal de ganar.
En ocho capítulos, Alejandro Riaño baja del Olimpo de los dioses a los políticos y deja en evidencia que son seres que sienten, lloran, se frustran, que nadan en sus imperfecciones y ceden a las ten- taciones que el mundo les ofrece.
Pero en medio de la mordacidad de la serie me quedo con la representación genuina del pueblo colombiano, ese que raja de los políticos, los califica de ratas y los destroza en redes sociales, pero con las fauces abiertas a la espera de las dádivas los cuales cambian por votos.
Cierra la serie con un sueño, una utopía y es la de un político arrepentido y quien públicamente reconoce la trampa evidente para ganar las elecciones yendo a parar a la cárcel, a donde solo van los amigos leales y quien te ama de verdad.
Viendo a Juanpis González me sentí como leyendo las tragicomedias de la Revista Bristol, ratificándome que nada ha cambiado y que como lo dice jocosamente Pacho Polanco, la vida es una tómbola en la que seguiremos dando vueltas y vueltas sino reaccionamos.