En estos días, cuando se acerca la hora decisiva en la que los colombianos acudiremos a las urnas para elegir un nuevo Congreso y presidente de la república, he sostenido algunas charlas y una que otra controversia con amigos a quienes les he manifestado que si en primera o segunda vuelta presidencial ningún candidato colma mis expectativas votaré en blanco.
Una buena cantidad de quienes se muestran contrarios a mi postura me dicen que usar esa opción electoral favorece a X o Y aspirante y hay quienes hasta me sugieren que es mejor que no acuda a las urnas.
La verdad, y respetando a los que así piensan, creo que si la democracia puso en el tarjetón la alternativa del voto en blanco fue justamente para que podamos expresar nuestro rechazo a quienes se presentan como aspirantes a los cargos de elección popular.
Aunque es una utopía pensarlo, sería genial que un día los colombianos que se quejan y rajan de los políticos, tomaran la determinación mayoritaria de votar en blanco sacando de carrera y ejerciendo la benigna democracia a quienes aún contra la voluntad popular insisten en postularse para regir los destinos de los territorios.
Así las cosas considero legítimo que si el 13 de marzo, cuando serán los comicios para senado y cámara, o el 29 de mayo, fecha pactada para las presidenciales, ninguno de los candidatos colma sus expectativas no tengan temor de marcar la casilla del voto en blanco, pues esa es una opción valedera y democrática que le quita de encima un cargo de conciencia en caso que quienes resulten elegidos hagan un papelón como los que suelen darse en este país del Sagrado Corazón de Jesús.
Es necesario que los ciudadanos sepan entonces que el voto en blanco tiene como finalidad que todo ciudadano colombiano manifieste su expresión política de disentimiento, abstención o inconformidad frente al sistema electoral del país y no hay porque tenerle miedo, pues como muchas otros temas en el país ha sido estigmatizado.