¿Y los jóvenes qué? Esa pregunta me quedó dando vueltas en la cabeza luego de los resultados que arrojó la elección de los Consejos Municipales de Juventud, cumplida el pasado cinco de diciembre, y donde solo el 10% de los habilitados para sufragar compareció a la cita con la democracia.
Debo decir que como demócrata y alguien que cree fielmente en que los jóvenes son los llamados a transformar la sociedad, confiaba que el “estallido social”, término famoso este año tras el paro nacional, se reflejaría en las urnas, pero tristemente tal cosa no pasó.
Es una lástima la respuesta de quienes desde las calles y a través de las redes sociales reclamaron participación en las decisiones, pues si bien es cierto, los CMJ no son la panacea, sí son el primer paso para renovar la democracia y empezar a tener injerencia en las decisiones de los gobiernos locales, regionales y el nacional.
El desinterés por la contienda del domingo demostró una vez más que la juventud le rehuyó al compromiso y se quedaron viendo la realidad del país desde las ventanas de las redes sociales. Ahora bien, aplaudo de pie a los que postularon sus nombres, a los que hicieron campaña, se organizaron y salieron a buscar a sus congéneres para llevarlos a las urnas.
Deben emprender la tarea seria y consolidar el espacio que la democracia les abrió para construir una patria nueva, con proyección, con nuevos liderazgos e ideales.
También celebro que las listas independientes se hayan impuesto sobre la de los partidos tradicionales, pues permite pensar que la semilla plantada si se riega de manera adecuada puede servir para que surja una camada de buenos líderes para afrontar los retos que el futuro hoy plantea.
Guardo la confianza en que este proceso incipiente del pasado domingo sea el punto de partida para construir una nueva sociedad donde la política sea el arte de servir a los demás. Quiero soñar con esa posibilidad sin que suene a utopía.