El pasado miércoles 15 de septiembre tuve la fortuna de acompañar a mi hija Salomé en su regreso a las aulas de clase en la Institución Educativa María Antonia Ruiz y me fue inevitable emocionarme, pues sentí en ese momento que, después de los días de incertidumbre generada por la pandemia del covid 19, volvía a nacer.
Y si estaba emocionado yo, qué pensar de mi reina quien, a decir verdad, era un manojo de nervios que se reflejaba en su expresión facial, el chasquear de sus dedos; además de la sensación de vacío en su estómago que decía sentir y que estoy seguro no estuvo presente cuando por primera vez la dejamos en Fantasías del Saber.
Es sin duda el regreso a las aulas de clase de los niños y jóvenes una noticia que nos indica el retorno paulatino a la normalidad y es nuestro deber como padres de familia contribuir para que este esfuerzo del gobierno y de los directivos docentes llegue a un buen final.
Es hora de afrontar la realidad y darnos cuenta que el Coronavirus tal como pasó con el dengue, la influenza, y Por solo mencionar algunas patologías, llegó para quedarse entre nosotros y debemos convivir con él y seguramente llegarán terceras y cuartas dosis de vacunas para todos.
Ahora bien, como el nuestro es un país de sastres, frase que acuñó el expresidente Echandía para decir que se toman medidas tras cada tragedia, creo que se hace necesario retomar el plan de renovación educativa que planteó el gobierno de Juan Manuel Santos (afectado por la escogencia de malos contratistas) y dotar a los municipios del país de sedes educativas modernas, funcionales, con buena conectividad para que otro virus, ojalá en tiempos lejanos no obligue a encerrar a los estudiantes por carecer de espacios ventilados o de óptimas condiciones sanitarias. La crisis generada por el covid-19 debe ser una lección aprendida y todos los que podamos sobrevivir a él tenemos la obligación de ser mejores seres humanos dispuestos a construir una mejor sociedad.