¡Qué culpa tiene la estaca si el sapo brinca y se ensarta! Es uno de los tantos dichos llaneros y que suelo usar con frecuencia para hacer referencia a los casos donde asumimos posiciones o corremos riesgos a sabiendas que esas decisiones traerán consecuencias. Esa expresión del saber popular cae como anillo al dedo para hacer referencia al fallo emitido por un juez de Bogotá en el que condenó a cinco años de prisión a la influencer y ahora empresaria de las keratinas y las gomitas, conocida como EPA Colombia, una dama con comportamientos y expresiones muy peculiares que la han hecho ganar fama en el contexto nacional.
La mujer que se volvió tendencia en las redes sociales y que algunos pretendieron convertir en heroína nacional, hace unos meses atrás atacó, arremetió, vandalizó una estación del Transmilenio, pero no solo cometió ese atentado contra el bien público, sino que además se grabó y luego viralizó el video en el que abiertamente se burlaba de las instituciones en una clara invitación a que su ejemplo fuera imitado como un acto de rebeldía y desafío contra el Estado “opresor”.
Como quien dice, Daneydi Barrera cometió un acto ilícito pero además construyó, fabricó y entrego las pruebas para que la justicia la condenara como en efecto lo hizo en primera y segunda instancia y que seguramente, si va a casación, la Corte Suprema de Justicia dejará en firme.
Así las cosas considero que la reacción de los diferentes sectores sociales que arremetieron contra el aparato judicial del país por la sanción penal y pecuniaria impuesta contra Barrera, es exagerada y pone de manifiesto que cada día transitamos hacia una sociedad que ve en la anarquía la razón de ser, actuar y pensar.
Claro que comparto el pensar, que todos los que en este país han arrasado con el erario, desfalcado empresas y valido de miles de artimañas para cometer actos de corrupción deben estar en la cárcel sin ningún tipo de beneficio, pero eso no me da patente de Corso para decir que lo actuado contra EPA Colombia es injusto.