La reciente encuesta sobre preferencias electorales de los colombianos de cara a los comicios para Senado, Cámara de Representantes y Presidencia de la República generó en el país, como era de esperarse, una oleada de reacciones por los resultados que desde mi punto de vista son para nada sorprendentes, pues ratifica que un porcentaje alto de colombianos sigue creyendo en los anuncios de cambio que propuso el presidente Gustavo Petro y que la oposición no ha entendido el momento histórico y por el contrario está enfrascada en peleas intestinas que sin duda podrían llevar al traste una intención de modificar el rumbo actual del país.
Esas cifras que en primera instancia favorecen al senador Iván Cepeda, con un segundo lugar de Abelardo de la Espriella y la tercería de Sergio Fajardo ratifican el grado de polarización en el que estamos sumergidos y del cual difícilmente vamos a salir mientras los de uno y otro lado mantengan posiciones cerradas y trancadas por dentro.
El debate electoral que se avecina impone una responsabilidad suprema a los ciudadanos y ahora más que nunca se hace necesario una revisión a fondo de propuestas e iniciativas de quienes desean llegar al Congreso de la República y obviamente al sillón presidencial en la Casa de Nariño.
En lo personal me preocupa que a esta altura del partido no hallo un programa o una propuesta que me invite a creer que es posible salir del atolladero, pues los dos con más opción están en orillas diametralmente opuestas y una tercería está lejos de consolidarse porque los demás además de desperdigados en el tablero, nadan en su propio ego.
Es tan complejo el tema que muchos guardan esperanzados que al Frente Amplio llegue Cepeda y allí, en una confluencia de fuerzas, el ungido sea Roy Barreras que para muchos es el menos malo dado que por la característica camaleónica que le atribuyen tiene la capacidad de sentarse con tirios y troyanos.










