En una reciente edición de un noticiero se promulgó la frase que titula este escrito.
Se informó que el rendimiento académico de los estudiantes es bajo.
Se manifestó, además, que uno de los problemas que afronta Bogotá, no solo yace en la falta de cupos para los niños, sino también en un deficiente estudio del inglés, generado por la escasez de docentes; como prueba de ello, se encuentran casos en los que un solo docente se ocupa de las clases de dicho idioma en toda una institución.
Esto preocupa porque el inglés es el idioma universal de la economía, de la ciencia, del entretenimiento…, debido al fenómeno de la globalización.
El problema reseñado, se extiende a todo el país en los distintos niveles educativos; es así como en una edición de El Espectador, expertos manifiestan que la deserción es un problema galopante en la educación media, puesto que, al hablar con los jóvenes, estos dicen que la educación no es útil para sus proyectos de vida. Así mismo, dichos expertos señalan que la cobertura de la educación superior no es la mejor.
A esto se agrega que la universidad no responde a las necesidades del entorno, dado que los estudiantes no adquieren las competencias necesarias, punto que lleva a replantear el tipo de profesionales que se debe formar.
Las consideraciones precedentes motivan una reflexión profunda. Anoté en una columna anterior que se debe racionalizar las tareas extraclase; esto permitiría a los chicos confrontar sus ideas con las que reciben en la escuela.
Vale resaltar que, en algunos países de Europa, como en Escocia, ni siquiera se deja trabajo para casa en las fases tempranas de educación; se argumenta que los niños, liberados de estrés, necesitan tiempo para compartir con sus padres, aserción que de alguna manera concuerda con lo planteado en la mencionada columna, en la medida en que los niños requieren entretenimiento para potenciar su crecimiento, que ha de ser sano e integral.