Ese es un decir de antaño, que se renueva cada 365 días el primero de enero a las 00:00 horas. Podrá aplicar para algunas personas, pero en general, no, por la sencilla razón de que seguimos con las mismas costumbres y hábitos que no nos dejan crecer como personas y tampoco como sociedad.
Son pocos los casos de ciudadanos que se proponen cambios y los llevan a cabo. En el ámbito social urbano, en lo referente a los planos, local, regional o nacional, infortunadamente seguimos con los mismos padecimientos del pasado, ni siquiera de 2024 sino de décadas, uno de ellos la violencia, que por estos días parece recrudecer en municipios como Buga, Andalucía, zona rural de Trujillo y algunos otros del norte del departamento y ni qué decir de la capital vallecaucana, que el fin de semana anterior fue escenario de una masacre continuada contra una familia o en el caso de Jamundí, que sigue con la amenaza latente de los atentados terroristas en su territorio.
Como país ni hablar. En 2025 continuamos sumergidos en discusiones que no conducen a nada. Preocupados por la posición de otros líderes internacionales y otras naciones con respecto a nosotros, en lugar de trabajar unidos, como país, anteponiendo las diferencias para tratar de lograr una convivencia más llevadera.
Es un año que simplemente empieza como una prolongación de los anteriores, con los mismos defectos, con las cifras de violencia disparadas, que ya no respeta espacio ni hora.
Y a esto sumémosle la intolerancia en todos los niveles, desde el tránsito diario en las diferentes vías hasta al momento de pensar y expresar opiniones, es como si quisiéramos que todos estuviéramos bajo la misma visión del mundo, unilateral y única.
Seamos amables, recuperemos la sensibilidad hacia el prójimo, no seamos condescendientes con esas prácticas tenebrosas que generan violencia y la acrecientan. Hagamos de este un verdadero año nuevo con vida nueva. Pero para lograrlo debemos empezar por nosotros no esperando nada a cambio o que sea nuestro entorno el que se transforme.