Aceptable fue el balance de la edición 67 de la Feria de Tuluá. Para unos, un evento magnífico. Para otros, cargado de críticas y sinsabores. Cada quien la califica de acuerdo a sus propios intereses y también según como le haya ido.
Organizar un evento de esta magnitud, no es nada sencillo. Así algunos digan que “la feria se hace sola”, ¡mamola!, como diría un connotado político ya fallecido.
No pocos dudaban del éxito de esta versión ferial. No daban un peso por ella, auguraban un desastre. Pero sin lugar a dudas hubo aspectos destacados, otros se deben mejorar o más bien replantear.
Lo más importante es que se hizo la Feria. Muchos de los asistentes sostuvieron que “ese espacio hace falta”. Y, tal vez, tienen razón. Porque gran parte de la identidad tulueña, que necesitamos y urge construirla y divulgarla, pasa por el coliseo Manuel Victoria Rojas. Es un punto de encuentro.
Cuántos nos reencontramos en ese sitio con amigos, personas con las que alguna vez compartimos y llevábamos años sin verlas o sin saber de ellas.
Allí muchos emprendedores se dan a conocer. Unos obtuvieron ganancias, otros seguramente no. Lamentablemente y no es porque así sea la vida.
La inversión que hacen estas personas con sus productos, esperanzados en una significativa venta, muchas veces se va a al traste por circunstancias que podrían ser inherentes a la organización, como el punto en el que los ubican o la distribución dentro del coliseo, pero también por factores externos, como la lluvia, para citar apenas uno.
Sin embargo, no se puede desconocer la imagen que viene arrastrando el municipio hacia otras regiones del país.
Afecta enormemente la realización o el éxito, en cifras, de una feria, llámese como se llame y más si se trata de un municipio intermedio. De ahí la importancia de que se llevara a cabo la Feria, es una forma de limpiar un poco ese lastre que está sobre los hombros de Tuluá desde hace algunos años y que es hora de empezar a cambiar, ¿cómo?, pues realizando y organizando eventos de ciudad, apoyándolos, hablando siempre bien de la ciudad, a pesar de las afugias.