Mientras el Presidente de la República se empecina en conseguir nuevos adversarios internacionales y ampliar el espectro de sus confrontaciones ideológicas; mientras partidos como el Centro Democrático siguen inmersos en la polémica que generó la escogencia de su candidata a la presidencia de la República, mientras el país futbolero estuvo pendiendo de un hilo por las finales de la Copa Bet Play y la final de la Liga, que a la postre coronó como campeón al Junior barranquillero; mientras miles de familias daban inicio a las tradicionales novenas de aguinaldos y otras tantas están concentradas en los preparativos de ‘Noche Buena’ y Navidad, muchas regiones del país siguen desangrándose.
Llama la atención este país de contrastes; de accidentes fatales como lo sucedido con los estudiantes antioqueños el fin de semana anterior o la gran cantidad de motociclistas que han perecido en las vías de la región durante las últimas semanas, y, al mismo tiempo, el desenfreno en celebraciones deportivas o de fin de año.
Mientras unos celebran, otros padecen, mientras unos gritan un gol, otros lloran por sus seres queridos asesinados de forma vil, como lo ocurrido el 13 de diciembre en zona rural de Versalles o los demás hechos de sangre que han dejado víctimas fatales a lo largo y ancho del territorio, como los dos policías asesinados de manera inmisericorde durante la madrugada del martes anterior en Cali.
Ese es nuestro país, territorio lleno de contrastes, de barbarie como la ocurrida en Buenos Aires (Cauca), pero también de acciones positivas por doquier.
Y mientras todo eso ocurre en esta nación desde Estados Unidos Donald Trump fustiga y juzga, aborrece, condena y señala, la producción de narcóticos que según él inundan su país, pero jamás, ni a él ni a sus antecesores, los hemos escuchado cuestionarse sobre el tráfico de armas de fuego que de manera ilegal llegan desde ese hemisferio a los grupos delincuenciales que operan y desangran a Colombia, sencillamente la doble moral.










