Extrañeza, preocupación e incertidumbre, en miras hacia el futuro del paísa producen ciertas actitudes y comportamientos verbales de algunos precandidatos presidenciales que durante la presente campaña electoral lanzan epítetos groseros que limitan con la urbanidad y la buena conducta, los cuales deberían observar si tenemos en cuenta que se trata de las personas líderes que gobernarán en los próximos años.
Los colombianos esperan con toda certeza que quienes aspiran a ocupar el primer puesto de la Nación sea un estadista, líder y respetuoso con sus semejantes y especialmente con los que se disputan el cargo más importante del país, no es para menos, puesto que son los referentes de todos y cada uno de los electores y no se concibe que impere en sus mentalidades algunos signos de violencia verbal que luego, muy seguramente, será replicada en la gente en todo el territorio nacional. Como se dice en el argot popular, si queremos que reine la convivencia pacífica, se debe empezar por casa, de lo contrario, cualquier intento por consolidar la paz, será en vano y es bien conocido que las palabras tienen el poder de destruir como de construir, de derribar como de levantar, de alzar puentes como de hundirlos y en consecuencia es de sumo cuidado y de gran responsabilidad saber usar el lenguaje apropiado para convencer a la gente de sus capacidades intelectuales y morales para conducir el país en momentos bastante difíciles, en donde existen graves problemas que aún no se resuelven desde tiempos lejanos y especialmente en el mundo que hoy se vive, cuando ya nadie traga entero, sino que exige hechos concretos y creíbles, para poder introducir su voto con la confianza que será elegido el mejor y más conveniente para tomar las riendas.
El manejo del lenguaje por algunos de los precandidatos, como dijimos anteriormente, deja mucho que desear, porque lo primero que se piensa es que luego de las palabras seguirán los hechos que generalmente son violentos y de violencia están cansados los colombianos que ahora exigen con toda la razón, líderes y lideresas, con gran altura intelectual, moral y altísimo grado de responsabilidad, porque está en juego nada más ni nada menos que la democracia que nos rige y el futuro nacional no es que sea muy venturoso que digamos, pues se avizoran tiempos difíciles, complejos y cada vez, más controvertibles, aunque no queremos convertirnos en profetas de desastres, sí son preocupantes, las nuevas modalidades de concebir el modo de vivir, cuando impera la ley del menor esfuerzo, los jóvenes se enredan en las redes sociales y son menos sociales y al mismo tiempo muy pocos se atreven a esforzarse cerebralmente y en su mayoría optan por el camino fácil y cómodo.
Volviendo a nuestro caso en particular, sobre los precandidatos a la presidencia de la república, es conveniente y necesario que piensen antes de hablar, reflexionen sobre el ejemplo que deben dar, moderen el lenguaje, busquen unidad antes que distanciamientos, convoquen a la consolidación de la paz antes que al enfrentamiento, establezcan puentes antes que abismos, sean sólidos en sus principios y valores y, ante todo, crean en una nueva sociedad que pide cambios radicales en el comportamiento de sus representantes en las altas esferas del gobierno y obviamente en sus propuestas de gobierno.