Hoy vengo a contarles una infidencia: Durante estos meses de reconfiguración laboral, por dinámicas y tiempos propios de los vínculos con el Estado, me he permitido maternar, ser la mamá de mi hija a todo dar y arroparme sin quejas ni culpas.
Jamás iba a pensar que este tiempo de espera laboral me iba a reubicar en mi rol de ser madre, porque una cosa es serlo estando en casa y otra es serlo estando por fuera de ella, trabajando. La culpabilidad que sentía tras haber iniciado la prestación de mis servicios el día 41 de nacida mi hija se estaba compensando, porque ahora me tiene enterita para ella.
Tampoco podía imaginar que las circunstancias me enviarían al ocio creativo y de camino al rebusque, a mover la energía y direccionarla a cosas positivas, a compartir más tiempo en casa con los míos, a retomar las lecturas olvidadas, a rehacer deporte, a escribir y dinamizar otras actividades que por falta de optimización de tiempo terminé dejando de hacer.
Nadie puede imaginar lo que las crisis pueden hacer en nuestras vidas, pues en el momento sentimos ahogarnos, pero siempre salimos a flote porque tenemos en la sangre la chispa que resuelve, y esa chispa sí que se despierta cuando se es madre y tienes una persona a cargo la cual proteger, nutrir, cuidar y amar, o por lo más, eso fue lo que me pasó a mí.
Las madres somos unas heroínas sin capa, solo nosotras sabemos lo que significa y no es mayo para hacernos el homenaje comercial anual, pero es un día hermoso para recordarnos, agradecernos y abrazarnos por el papel que desempeñamos día a día en el mundo.
Así que abrazo mi yo ahora, mi productividad de madre, abrazo poderme conectar con mi hija más tiempo del que estaba habituada y la oportunidad de buscar nuevos métodos de supervivencia hasta que llegue el momento de activarme de modo formal en el campo laboral. Por ahora disfruto esta informalidad que me permite ser y estar más presente en mí, conmigo y con ella.
Como dice Pepe Mujica, “a veces lo bueno es malo, y viceversa, a veces lo malo es bueno”, por eso es importante abrazar los momentos en el instante en el que se presentan, porque no se repiten, lo bueno pasará y lo malo también pasará.