Y es precisamente a Milgen Amparo Hurtado, su madre, a quien le agradece con el corazón que jamás lo haya tratado como una persona diferente, pues esa actitud y la manera de guiar su condición le han facilitado la vida.
“Soy independiente, mi día a día es normal y sueño con grandes cosas, como lo hace una persona con sus cinco sentidos”, expresa con sus manos.
El joven es orgullo de la familia. Terminó la secundaria en la institución María Antonia Ruiz y adelantó siete semestres de Educación Física en la Uceva, carrera que debió suspender hace dos años porque, a ese nivel, se hizo necesario el apoyo de un traductor de señas, servicio profesional que no presta la institución educativa.
Pero ese sueño de Alexánder no está truncado, pues no pierde la esperanza de que la Universidad tulueña le asigne un traductor para poder terminar su carrera.
“No tengo los medios económicos para pagarlo, como le sucede a muchos de los sordos que quieren prepararse y salir adelante, por esa razón le pido a las directivas de la Uceva que estudien la posibilidad de contratar a una persona experta en lengua de señas”, indicó con vehemencia, la que se evidencia en la fuerza de sus gestos.
La inclusión y el miedo empresarial
Para este joven que hoy se desempeña como empacador del supermercado Cañaveral, donde no recibe un sueldo fijo sino el aporte voluntario de los clientes que atiende, el permitirle a los sordos y personas con otras discapacidades trabajar de manera formal no solo beneficia tributariamente a las empresas sino que las engrandece porque se trata de seres humanos con gran sensibilidad que tienen ganas enormes de producir.
“Queremos demostrar de lo que somos capaces, compartir nuestros talentos, habilidades, inclusive con más pasión que muchos que sí pueden escuchar, hablar, ver y caminar”, enfatizó.
La lengua de señas no es universal
Igualmente Alexánder, quien es presidente desde hace siete años de la Asociación de Sordos de Tuluá, Asortul, expresa que en la ciudad hace falta un centro de educación especializado para personas con discapacidad auditiva, en donde aprendan la lengua de señas y el español, porque es de suma importancia el bilingüismo.
“La gente cree que la lengua de señas se basa en el español, no, evoluciona de forma natural a través del contacto entre personas e inclusive cambian dependiendo de la región en la que vivas”, explica Alexánder.
DATO: Según el DANE, en Colombia el 10 por ciento de la población que nace, llega al mundo con discapacidad auditiva.
Es decir, las lenguas de signos, de la misma forma que las orales, cambian de acuerdo con las necesidades de cada cultura: “No es el mismo signo para definir ‘perico’, osea huevos revueltos, si estás en Tuluá, que si estás en Bogotá, donde significa café con leche”, añade.
Según el DANE, en Colombia el 10 por ciento de la población que nace, llega al mundo con discapacidad auditiva.
En la Villa de Céspedes, de acuerdo con lo informado por Alexánder, hay cerca de 80 adultos sordos y 50 de ellos buscan trabajo.
“Pero ese dato no contempla las personas que no han sido visibilizadas por sus familias, ya sean por pena o temor”.
“Quiero ser docente”
Cuando el carismático Alexánder logre su título de licenciado en Educación Física dice que quiere trabajar en el magisterio para compartir sus conocimientos y además enseñar la lengua de señas a alumnos y compañeros.
“¿Cómo?, es lo que todo el mundo se pregunta.
Las manos y los gestos son nuestra boca, además sería como enseñar otro idioma, el inglés por ejemplo, que con disciplina y constancia se aprende.
Sería muy gratificante ver cómo en Tuluá los niños y jóvenes aprenden a comunicarse con personas sordas y que el profesor sea precisamente una de ellas”, expresa con una amplia sonrisa.
Escasez de intérpretes
Otro caso que merece atención especial es el de los intérpretes de lengua de señas, pues en Tuluá, según Alex, hay solo 3* con gran experiencia.
Advierte asimismo que son de suma importancia para las personas sordas porque ellos son el canal para llevar o recibir el mensaje cuando la comunicación es con hablantes.
“Le pido al alcalde que piense en la posibilidad de formar un grupo de hablantes para que presten este servicio y de paso que promueva y fortalezca el emprendimiento entre las personas con discapacidad auditiva para que podamos generar ingresos económicos”, puntualizó.
Mientras Alexánder espera que todos sus sueños y los de sus compañeros sordos se cumplan, se dedica a ser feliz porque asegura que nunca ha renegado de su condición.
“Dios me puso en el camino así, me amo como soy y soy plenamente feliz en absoluto silencio”.
*Agradecimiento especial a David Osorio, sociólogo e intérprete de lengua de señas que facilitó esta entrevista.