Dolor por la pérdida, sensación de incredulidad e impotencia hacen parte de las emociones negativas que conforman lo que los psicólogos llaman el duelo, proceso más que necesario para superar una muerte.
Sin embargo ese proceso, en los últimos 11 meses, cuando el mundo entero ha visto fallecer a miles de personas a causa del covid-19, ha sufrido un cambio obligado que ha dificultado las reacciones de lo que se considera un duelo normal.
DATO: En tiempos normales, en Tuluá cada mes se creman 50 cuerpos, ahora por pandemia, se han reportado hasta 135.
Para Beatriz Eugenia Lozano González, coordinadora de Servicios de Exequiales Los Olivos de Tuluá, la primera parte del denominado duelo es el ritual de despedida, cualquiera sea la costumbre o voluntad de la familia afectada.
“Para la mayoría de las personas es muy importante sentir que estuvo durante los últimos minutos de vida del ser que partió, ya sea para hablarle o abrazarle; luego efectuar la respectiva velación del cuerpo, con la compañía de los más cercanos y por último acompañarlo hasta su última morada, ya sea sepultado o cremado”, manifestó Lozano.
Pero también explicó que debido a la pandemia y, como consecuencia, a los estrictos protocolos exigidos por el Gobierno Nacional para evitar la propagación del virus, esta importante etapa del duelo se ha eliminado de tajo.
¿Por qué la muerte por covid es más dolorosa?
Desde que un paciente ingresa al centro asistencial en busca de atención medica y es diagnosticado con covid-19, de manera inmediata se prohibe el contacto con sus familiares, quienes solo pueden recibir noticias de su estado de salud vía telefónica.
De llegar a complicarse, si mucho, les permiten una llamada o video llamada para comunicarse con los suyos antes de someterse a procedimientos más complejos, como la ventilación mecánica invasiva, de la que muchos no han salido victoriosos.
“Y es aquí donde el dolor se vuelve más difícil de asimilar, porque además de que no se permitió estar cerca en los últimos segundos, tampoco lo es verlo por última vez”, explica la funcionaria de Los Olivos.
El protocolo indica que cuando una persona muere por coronavirus, de inmediato se debe dar aviso a las empresas funerarias que, tras preparar al personal con los respectivos trajes especiales, recogen los cadáveres que antes han sido embalados en dos bolsas de 150 micras.
De acuerdo con lo detallado por Lozano González, mientras la empresa para la que trabaja se encarga de trasladarlos, lo más pronto posible, a los hornos crematorios, las familias se dedican a efectuar los trámites respectivos, pero jamás vuelven a tener contacto con sus seres queridos.
“Esto es demasiado doloroso porque, en su gran mayoría, ven entrar a su papá, hermano o tío caminando a la clínica en busca de ayuda y días siguientes, a veces solo uno o dos días, te lo entregan en cenizas, algo que es realmente difícil de asimilar”, expresó.
Funerarios agredidos y amenazados
El procedimiento aplicado a los fallecidos por coronavirus ha generado gran malestar entre los dolientes porque, entre otras cosas, quedan con la duda de si las cenizas recibidas corresponden a las de su familiar.
“Se habla mucho de las enfermeras y médicos como héroes en la pandemia.
Claro, ellos salvan vidas, pero nosotros somos los que estamos hasta último momento con los que murieron”, dice uno de los trabajadores funerarios de Tuluá que ha sido objeto de agresiones verbales y hasta de amenazas por parte de familiares que se han negado a aceptar los protocolos de bioseguridad e ingresado a la fuerza a los sitios prohibidos, solo con el propósito de despedirse de su familiar muerto.
“Es entendible, las normas lo que buscan es protegernos a nosotros y a los mismos allegados a las víctimas del virus, pero ante el dolor por la pérdida de una madre o un abuelo, por ejemplo, esas normas son difíciles de comprender”, manifestó Lozano, quien tuvo a su señora madre y sus dos tías durante varios días en la unidad de cuidados intensivos en la ciudad de Cali.
“Gracias a Dios mi historia tiene final feliz, pero tuve momentos de desespero, en los que pensé que podría pasar lo peor, y el solo imaginar que no podría despedirme de mi mamá, que se vio muy grave, me generó impotencia descontrolada, por eso entiendo lo que han padecido todas las familias que han visto partir a sus seres amados”, enfatizó.
Carga de trabajo en aumento
Según datos entregados por Exequiales Los Olivos de Tuluá, en tiempos normales se cremaban mensualmente en sus hornos cerca de 50 cuerpos pero ahora, por pandemia, la cifra ha incrementado hasta a 135, cifra que no contempla los difuntos que llegan al crematorio del cementerio Valle del Descanso.
Lo anterior ha llevado a que, en el caso de Los Olivos, los dos hornos operen las 24 horas del día, pues cada cuerpo demanda entre una hora y media y dos horas en volverse cenizas a una temperatura de 1.000 °C.
Duelo colectivo
Casi todos los involucrados en el proceso funerario (conductores, operadores de hornos, funcionarios) repiten cada tanto la misma frase sobre la crisis actual: “En algún punto, cuando todo pase, vamos a tener que hacer un duelo colectivo, porque es muy triste ver cuerpos que nadie llora, que permanecen hasta horas en una habitación a la espera del turno de cremación, proceso que se da solo con la compañía del operario de turno”.
Mientras tanto y pasa esta pesadilla, que ha dejado en Colombia más de 56 mil personas fallecidas, expresen a todo aquel que sea importante en sus vidas cuanto los ama.