¿Cuánto más tenemos que esperar para que cese la violencia y nos unamos a defender el diálogo y la paz? Esa fue la pregunta con la que cerré mi escrito anterior, pregunta que, según los últimos hechos ocurridos en el país estos días, dista mucho de resolverse de manera positiva y en la menor brevedad. Colombia y los colombianos tenemos sed de transformación, de que nuestros gobernantes se conecten directamente con las necesidades reales y más sentidas de la población y que dejen de perseguir sus intereses particulares; sed de justicia, de equidad, de respeto por la vida y las diferencias, sed de llegar a ser la gran nación que podemos ser con nuestras riquezas, diversidad y potencialidades.
Pero a diferencia de ello, vemos que el gobierno se ocupa más por solidarizarse con las tragedias y problemáticas de otros países que por las nuestras, solicitan se respete la protesta pacífica en Cuba pero excluyen los manifestantes del territorio nacional; la vicepresidente y canciller desconoce ante la ONU lo que los ojos del mundo vieron hacer a agentes del Estado; Providencia pidiendo a gritos ser reconstruida; colombianos con nexos al Gobierno Nacional implicados presuntamente en la muerte del presidente de Haití; las muertes de la comisión de la Unidad de Restitución de Tierras; la nueva reforma tributaria que pone en vilo el país que anhela una reforma más justa, jóvenes manifestantes desaparecidos; guajiros en huelga de hambre pidiendo vida digna, y tantas otras situaciones que nos impiden resurgir entre las cenizas.
Después del paro nacional Colombia tiene una población un poco más despierta y sensible, ojalá la indignación nos alcance para unirnos, para ponernos de acuerdo en lo que no queremos perpetuar, en lo que queremos cambiar. Triste e infortunadamente el Gobierno camina en otra dirección, definitivamente la pelea será en las urnas, esperemos que hayan garantías electorales y se vea reflejado todo el descontento eligiendo bien o por lo menos personas coherentes con los discursos y la actuación pública, lo que tenemos ahora no lo es, que no sea descabellado pedir coherencia pública.