Este no es un gobierno malo, no, es un gobierno que Ramiro Bejerano, califica de incompetente y perverso. De lo primero somos testigos los colombianos que hemos padecido sus yerros económicos, políticos, sociales y hasta gramaticales. De lo segundo, dan cuenta los incontables asesinatos de líderes y lideresas sociales, campesinos, indígenas, afrodescendientes, sindicalistas, gente de la cultura y en general a la persecución sistemática de todos los que se oponen a sus directrices de hacer trizas los acuerdos de paz, para acabar con la justicia transicional, representada en la JEP, así tenga que incendiar el país, tal como se ha venido haciendo desde el 28 de abril de este doloroso 2021.
Pero, tal vez, lo que mejor representa la inutilidad de este gobierno es la postración que padece la isla de Providencia, después de siete meses del paso del huracán Iota que devastó la otrora paradisiaca isla, convirtiéndola en un territorio de miseria a expensas de funcionarios ineptos y venales.
Es increíble cómo de 1.143 casas que debían estar construidas con los dineros aportados para ello, solo dos se encuentran debidamente terminadas y con posibilidad que para fines de junio se terminen otras dos. No hay derecho de que una población de 62.000 colombianos que habitan Providencia y Santa Catalina, sigan viviendo a la intemperie, en carpas o cubiertos con plásticos, en medio de los desechos y la basura que dejó la calamidad natural que los sumió en una tragedia que el abandono y la apatía del gobernante, prolongan indefinidamente.
Parece que la consigna del egresado de la Sergio Arboleda sea el revictimizar a las víctimas de todas las tragedias que hemos padecido los colombianos fruto precisamente de sus yerros y de entregar el manejo y las utilidades del país a una voraz plutocracia que terminó ocasionando el estallido social que también cínica y malignamente ignoran.