Por estos días muchos hablan y vociferan, algunos enardecidos, otros pausados, pero pareciera que un gran sector de la opinión pública busca ‘unir’ al país. Sería lo ideal. Pero ¿unirlo en torno a qué? Así suene rara la inquietud, la frase y el concepto de unidad que algunos pregonan, a mi modo de analizar la actual situación, suena más a sofisma de distracción que a realidad.
Quién dijo que la diferencia no es sana. Acaso somos robots, que venimos con una programación de antemano para que pensemos y nos comportemos de forma uniforme.
No, por el contrario, bienvenido el debate, no la injusticia, tampoco la corrupción, bienvenida la seguridad, se necesita, se requiere con urgencia en todos los niveles, pero ello no significa que todos debemos pensar igual.
En medio de la diferencia se han construido grandes naciones. En medio de la diferencia sí necesitamos ponernos de acuerdo y trazar objetivos concretos y universales, para beneficio de la mayoría, llámese izquierda o derecha.
Porque ya estuvo bien ese cuento de que esto no me gusta o aquello tampoco, por el simple hecho de que quien lo propones es un líder de otro partido, de otra corriente política e ideológica.
Hay valores que no se pueden negociar y uno de ellos, quizá el más importante, es el derecho a la vida, en toda su extensión, es fundamental y sagrado.
Así que dejemos ese cuentico de que necesitamos un líder que nos una. Más bien, necesitamos construir puentes, ‘no de Buenaventura hasta Barranquilla’, caminos que nos conduzcan a lugares comunes, se requiere no alguien que interprete el sentir de la población, no los intereses de unos cuántos, sino realmente, grupos de líderes que se interesen por lo que está sucediendo y afectando al ciudadano común y corriente: extorsión, asesinatos de líderes sociales, de campesinos, de lideresas, los atracos constantes, los casos de fleteo, en fin, todos esos flagelos que también deben ser atendidos y erradicados, con mano firme.
Tengamos en cuenta que ser tolerante no significa ser alcahueta.