En el ocaso de la vida continuamos siendo personas cargadas de energía, de sueños, capacidades; seguimos amando y nos gusta sentirnos amados, aunque la coraza exterior demuestre lo contrario. Tengo 75 años amando y siendo amada aunque a veces siento que ya me hice invisible para el mundo, pero nunca fui tan consciente de mi existencia, nunca me sentí tan protagonista de mi vida y nunca disfruté tanto de cada momento como ahora.
Hoy me reconozco como una mujer capaz de amar con la sinceridad del corazón. Sé que puedo dar sin esperar nada, pero también sé que no tengo que hacer nada, ni entregar nada, que no me haga sentir bien. He descubierto al ser humano que sencillamente soy, con mis aciertos y mis errores. Cuando me miro al espejo, ya no busco a la mujer que fui en el pasado, sonrío a la que soy hoy, me alegro del camino andado y agradezco a Dios el habérmelo permitido.
¡Qué bien me siento! y feliz de ser vacunada contra el covid 19. Cuanta alegría experimento hoy y con mayor razón cuando contemplo a mis hijos, viéndolos cómo se han hecho grandes. Hoy puedo mirarlos con los ojos del alma, entrar en sus corazones y compartir con ellos las alegrías y preocupaciones que trae consigo la vida.
Hoy puedo decirles que los amo más que nunca. Estas manos que hoy ven, ya un poco arrugadas, que han perdido belleza y lozanía, siguen siendo fuertes para estrecharlos en mi abrazo maternal y amoroso, fuertes para apoyarlos y firmes para señalarles el derrotero, cuando sus decisiones sean equivocadas.
Qué lindo también es ser abuela, es una hermosa razón para alargar mi vida, es repasar caricias ya lejanas, es encontrar un nuevo sentido a la existencia.
Hoy vivo la vida así como es, bonita, con sus ires y venires, con sus encantos y desencantos, con sus ratos de marea baja y con sus caídas en picada. Hoy sólo quiero dejarla correr. No quiero pedirle nada más, solo quiero agradecerla.
A mis 75 años puedo decir que la vida es bella a pesar que la he visto partir, ya muchas veces, en los seres queridos que nos han dejado.
Sé que mañana también yo tendré que partir. Solo Dios sabe si podré seguir sumándole días o años a esta cuenta, pero ya no le temo a ese viaje, porque ya me concedió lo que con el corazón le pedí; ver crecer a mis hijos y a mis nietas, también a mi bisnieta y cuando ese día llegue, me iré con la satisfacción del deber cumplido, con el alma limpia y el corazón alegre. Por esta familia tan maravillosa, con la cual he compartido los momentos duros y también los felices. Juntos batallamos y unidos pudimos derrotar la tristeza del pasado, construyendo un presente libre de incertidumbres, de odios y rencores. Hoy, unidos en un abrazo fraterno podemos agradecer a la vida y a Dios.