El sol, esa estrella que se consume, dispersa energía sin contrapartida, la tierra la recibe en abundancia y exceso sin tener que retribuirle nada jamás. En la naturaleza, la vida presiona por doquier y ocupa el espacio disponible alcanzando el límite de crecimiento entre en ebullición liberando y derramando recursos excedentes, Por lo que casi todos los organismos reciben más energía de la necesaria para vivir, crecer y reproducirse. Siempre que haya espacio para la renovación, continuidad y exuberancia de la vida.
Sin abusar de metáforas termodinámicas, se podría suponer que la sociedad produce más riqueza que la necesaria para su supervivencia pero que no puede acumularla y crecer indefinidamente. En su conjunto, toda la sociedad produce un excedente de vida y de riqueza que no puede conservar o invertir racional y productivamente. Un excedente que invariablemente se ha de destruir en un gasto antieconómico, que se ha de consumir en un despilfarro inútil, que se ha de derrochar en un sacrificio catastrófico y violento aún a costa de la supervivencia y de la dignidad de la mayoría de las personas. La manera como se utiliza tal excedente determina y caracteriza la historia de toda sociedad. Hasta ahora se ha hecho la historia de la utilidad de la producción y adquisición, pero también habría que hacer la historia de lo inútil en términos capitalistas, del malgasto y consumo de los recursos.
Dicho excedente de riquezas y vidas humanas se consume fatalmente en lujos, guerras, juegos, crímenes, embriaguez, cultos, demencia, vicios, monumentos, espectáculos, enfermedades, fiestas, violencia “elefantes blancos”, revoluciones. Obviamente cada sociedad, en cada momento de su historia, dedica todas sus energías y recursos a una u otra de estas prácticas.
Pareciera que mientras más abundancia de recursos y lujos produce una sociedad más necesidades y miseria sufre la mayoría de la gente. Muchos progresos técnicos en la explotación de la naturaleza y el aumento de la productividad, al crear gran riqueza material, traen consigo su carga de maldición, violencia, damnificados. En este escrito se aborda un discurso que surgió de una de esas coyunturas en el momento en que se inauguró en nuestro país una nueva era de tecnología y civilización, y se importa la ideología del progreso y la modernidad.