Aunque podría hablar de la juntanza de los “sabios” del reggaetón para esa obra prima llamada +57 y de los trinos del presidente Petro y de la directora del ICBF sobre el tema que me causan risa, o de la alegría que como vallecaucano me produce el hecho que el Deportivo Cali se haya salvado de caminar por los sótanos del infierno de la B, prefiero dedicar estas líneas a la alegría que llevo en mi corazón desde el martes cuando mi hija recibió la noticia de que en breve será bachiller de la República de Colombia.
Esa fracción de segundos, seguido de un abrazo, solo se compara con el vivido la tarde del viernes 18 de abril de 2008 cuando vía telefónica me confirmaron que la reina Salomé ya había nacido, felicidad que se repetiría el día en que la ecografía me mostró que mi segundo hijo sería un varón, el mismo que hoy transita en la dulce niñez de los 10 años.
Ese momento descrito me renovó la misión que me asiste ahora que ella con su carácter indómito de la adolescencia emprenda el camino por la universidad, seguramente como estudiante de derecho o pedagogía infantil, y que para la mamá y para mí marcará entender que ya no es nuestra niña y que su futuro empieza a tomar forma y moldearse en sus manos.
En este 2024, un año que ha probado mi fe de todas las formas, le doy gracias a Dios por este logro de mi reina Salomé y de paso el de Juan Diego que iniciará su último año de escuela y le pido al Todo Poderoso que me de sabiduría para guiarlos de manera que cuando les llegue el momento sean buenos ciudadanos del mundo.
Entiendo que es imposible aislarlos de las realidades y complejidades del mundo de hoy, pero considero que mientras las bases sean sólidas seguramente se podrán mantener al margen de los males de hoy y que con el paso acelerado de los acontecimientos se levantan como un tsunami que se los quiere tragar vivos.
PD. Un saludo para los colegas Jesús Salcedo y Oscar Arley Gómez quienes sufres quebrantos de salud. No Hay Duda que todavía tienen mucho por dar.