En una columna anterior en este mismo semanario, escribí que Colombia es un país maravilloso que tiene cientos de escenarios que nos tienen que hacer sentir orgullosos de nuestra patria.
Sin embargo, también es cierto que somos una nación que requiere de atención en salud mental porque somos un país enfermo.
En qué mente sana cabe la posibilidad de que en este año vayan 374 niños asesinados, niños con sueños, con ideales, con deseos de ser policías, bomberos, súper héroes y que el próximo 31 de octubre no se podrán disfrazar de su personaje favorito y que han dejado en el corazón de sus seres queridos un inmenso vacío.
Somos un país enfermo porque en medio de tanta violencia seguimos siendo testigos mudos de las balas que acaban con la vida de cientos de compatriotas que solo engrosan las listas de las muertes violentas.
A hoy, van más de 85 masacres en el 2024 sin que nadie diga nada, sin que se tomen medidas necesarias para acabar con esta maldita violencia.
Somos un país enfermo porque nuestras familias se están destruyendo, estamos formando hogares sin la madurez adecuada y claro se derrumban como castillos de naipes porque no tienen fundamento sólido y se han edificado sobre el hecho de que nos gustamos, nos acostamos, tenemos un hijo, nos peleamos y rompemos cobijas, todo como si la familia fuera desechable y las relaciones afectivas fueran de un momento.
Somos un país enfermo porque estamos en la lista de los países más alcohólicos de América Latina, donde todo lo celebramos con trago y detrás de él hay violencia, infidelidades, enfermedades físicas y mentales.
Aun así, somos el país de la esperanza, de saber que como seres humanos y como cristianos, tenemos que construir una patria mejor para nuestros hijos y para las próximas generaciones, donde el amor sea verdadero, donde la familia se fundamente en el amor, en la entrega, en la donación mutua, donde podamos celebrar de manera sobria nuestros triunfos, donde la vida sea lo primero que tenemos que defender, sobre todo la vida desde el vientre materno, donde podamos convivir como hermanos y que el mandamiento de Jesús se haga realidad en todos los rincones de la patria.