Nadie se imaginó que la Selección Colombia, con sus triunfos internacionales, nos daría una manito en materia de reanimación económica y especialmente regional, tal como lo comprobamos, en nuestro entorno, cuando vemos cientos de camisetas colgadas en las esquinas de las calles, los bares, cantinas y restaurantes llenos de aficionados que consumen gaseosa, cerveza y aguardiente, dando como resultado no solo una tarde y noche de encuentros de familiares y amigos, sino de fiesta y espíritu de unidad y solidaridad.
Hasta para tener un momento de paz, de cese al fuego entre las partes en conflicto, porque creemos que hasta los subversivos se detienen en las montañas y en algún lugar remoto, para escuchar o ver a nuestros campeones.
Las estadísticas demuestran que la economía regional se reanima, se recupera al movilizarse gran cantidad de actores medianos y pequeños, hasta los del rebusque, y por lo tanto se presenta un respiro, así sea pequeño, en la economía local, regional y nacional.
En lo nacional se mueve el transporte aéreo, se agilizan las comunicaciones en las redes, hay que ver esa inmensa mancha amarilla de los estadios donde se presenta la selección colombiana, millones de aficionados en continuo contacto con sus familiares y amigos de nuestro territorio celebrando el momento feliz de la victoria.
Inclusive, esa inmensa nube de motociclistas que celebran después de un partido, que deben consumir más gasolina, todo se convierte en una cascada consumista que mueve el mercado de todas las formas posibles ayudando a miles y miles de personas en cada municipio, en cada corregimiento, en cada barrio de la ciudad.
Es una muestra de que los empresarios apoyados por el sector público, pueden adelantar muchas otras actividades, que ofrezcan buenos resultados económicos, para las regiones del país, sin necesidad de hacer grandes proyectos, que a veces resultan rodeados de corrupción y politiquería.
Ya vemos cómo los mandatarios locales instalan enormes pantallas de televisión en lugares públicos, con el fin de que la gran mayoría del pueblo acceda al espectáculo gratuitamente y de contera ayude a los vendedores de cerveza, licores, el comúnmente llamado “mecato”, cigarrillos, sombreros, entre otras cientos de productos, elaborados hasta en los propios hogares.
Se desprende de lo anterior, la importancia que tiene toda clase de eventos de carácter nacional, concursos, reinados, ferias, exposiciones, actos culturales, en donde los alcaldes deberían estar prestos a coadyuvar y permanecer atentos a prestar el servicio necesario a la gente que lo necesita.
Nadie lo podría creer que un espectáculo, tan lejano, tuviera repercusiones tan grandes y que en ocasiones estar detenidos al frente de una pantalla, podría considerarse como una pérdida de tiempo, pero no es así, antes por el contrario, es un ideal, una evidencia de que los colombianos unidos por causas justas, son invencibles, que el deporte visto sin egoísmos, ni triunfalismos, es motivo de fortaleza inigualable del espíritu nacional, que responde con prontitud y sinceridad al bienestar general de toda la comunidad sin distinción de clase, religión y raza, tal como lo afirma la Constitución.
Se comprueba una vez más, que el deporte, es un aliado perfecto para llegar a la paz verdadera, a la paz durable, a esa paz tan anhelada, pero difícil de encontrar.
Ojalá que este domingo, antes y después de las siete de la noche, solo se escuche el grito del gol de la paz y cesen los ruidos tenebrosos de los fusiles, cuando todos juntos cantemos el gol de la victoria.