Se anuncia con bombos y timbales que a partir del 1 de agosto ya no llegarán en papel los tradicionales recibos de servicios públicos. A partir de esa fecha serán solo facturas electrónicas.
Como tal le llegaran a cada usuario por correo electrónico, es decir a su celular. Y si no tiene ni celular, ni señal, ni mucho menos correo electrónico y no sabe manejar eso, pues de malas como dice doña Francia.
Los pobres, los que como mucho tienen un celular prepago por familia, pero no usan el correo electrónico o no les han enseñado a hacerlo, se vuelven a sentir jodidos por Petro y los embelecos de sus alfiles robagallinas.
Aparentemente es la modernización de un país en donde los sobre precios de los carros tanques de la Guajira no dejan factura electrónica pero el campesino de la vereda Madrigal en Riofrio, Valle o de Guanteros en Guadalupe, Antioquia, tendrá que volver a inventarse como pagar sus recibos de agua y luz porque ni a ellos ni a los habitantes del cualquier barriada mísera de Ciudad Bolivar en Bogotá no le volverán a llegar los recibos en físico.
Mientras que las jugosas comisiones entregadas por altos empleados del gobierno a los cabecillas del legislativo dizque fueron entregadas sin factura en la sala de sus apartamentos, a millones de colombianos no les han dado instrucciones accequibles de como tener un correo electrónico en su celular o de inscribir la factura de sus servicios públicos para que el cobro les llegue por esa via.
En otras palabras quienes desde la DIAN obligan a las empresas de servicios públicos a usar factura electrónica son sin duda parte de esa gran mayoría urbana que jamás se ha tirado un pedo en un potrero o nunca se ha acostado con hambre en alguna barriada de las apretadas comunas en que terminaron convertidas las ciudades.
Esos alfiles de Petro redactan las normas pensando solo en ellos y en su entorno, nunca en los pobres ni en los campesinos y sobre todo creyendo que este país se modernizó de una porque así lo ordenó Petro.