En una región como la nuestra, en la que, infortunada-mente, está co-rriendo sangre y más sangre, en la que hay atentados, como los que han sido perpetrados en Jamundí, donde hay innumerables homicidios, como en Tuluá, Buenaventura, Cartago o Ansermanuevo, donde se registran extorsiones y quizás algunos otros delitos de alto impacto, no puede ser que haya personas interesadas en atizar la hoguera.
Es lo que nos faltaba. Seguimos persiguiendo intereses particulares y no los de nuestra región. Estamos en plena campaña electoral y pareciera que aquello del ‘todo vale’ es normal o pareciera volverse normal.
No puede ser. No sigamos incendiando la parroquia, ya bastante tuvimos con las llamas que consumieron el Palacio de Justicia y con otros hechos signifi-cantes que han ocurrido en la región en los últimos meses y en los últimos años.
Porque, así como los delincuentes o los violentos utilizan sus armas para eliminar a sus adversarios, hay quienes se ufanan en el uso de las palabras para acabar también con el otro, ojalá, no a costa de todo.
Claro que hay que debatir, defender ideas y posturas. Eso es una cosa. Otra muy diferente las agresiones e insultos y, más aún, hechos que pareciera ‘les dan alas’ a ‘algunos’ para amenazar y querer que todos piensen igual.
Dicen que estamos en una democracia, ¿será? Deberíamos atrincherarnos para construir y derribar los flagelos que hacen tambalear las instituciones, pero cada día son más los comentarios y las notas que, desde falsos perfiles, casi siempre, tratan de destruir a las personas, a los líderes, metiéndose hasta lo más profundo de cada intimidad, irres-petando colores y sabores con el fin de demeritar o hacer quedar mal ‘al otro’, pisoteándolo a él o a su grupo.
Esto apenas empieza. Que sean los argumentos valederos los que prevalezcan, no los de la malintencionada desinformación. Todos deberíamos poner de nuestra parte, si en realidad queremos una región diferente, propugnando por el respeto en medio de la diferencia.
Bienvenido el debate, pero de las ideas.