La poeta Catherine Escobar, (Samaniego-Nari-ño-1993) acaba de entregar a la Editorial Avatares, dirigida entre otros, por Jhonatan España y Augusto Lozada, su libro “Funeral”, con el que quiere enterrar un amor, dos años muerto.
Una tremenda tusa, como le decimos coloquialmente al duelo amoroso. A primera vista es entonces, un libro de tres capítulos: “Lacrimatorio”, “Crematorio” y “Cinerario”, con treinta y siete poemas repartidos entre ellos, dedicado al engaño y a la traición de un pérfido amante del que cuenta sus felonías y quiere gritarlas al mundo. Cuenta de cobro de una amante que se considera de pronto tratada como “la fija” que según el clandestino lenguaje del ardid amoroso es convertirse en paño de lágrimas, cajero electrónico y Divercity del oprobioso victimario.
Pero la poesía tiene igual sus argucias, y lo que se planteaba como un panfleto contra el ingrato, termina convertido en un encantador y sorprendente registro poético de la cotidianidad de su autora, que a través de los poetas que la apasionan, de las calles y lugares de la ciudad que habita, de su familia y amistades, de sus confesiones y retratos, nos va incluyendo en su drama pasional, hasta convertirnos en cómplices totales del mismo.
Y en esa arácnida urdimbre, a través del humor, del desenfado, de la hermosa simpleza de sus palabras, terminamos no solo acompañando el carnavalesco cortejo, sino los pasos letrados y las estaciones de la vocinglería etílica por vericuetos, lechos y retozos eróticos donde reposan o transitan las letras y las músicas de Julio Jaramillo o Alci Acosta. Por último, para que se hagan una idea del tono que informa esta luctuosa lucidez, no puedo dejar de compartir el furioso anatema con que la misma inicia: Espejo “La creencia supone que romper un espejo y reflejarse/ en él trae 7 años de mala suerte/. Nunca pensé que tu serías mi espejo roto/ y que mi infortunio debía sumarle 11 meses más”.