“Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” (1 Corintios 10: 23 – 24). Diversas interpretaciones podemos darle a esa cita bíblica, pero ella resume el mensaje y el concepto que queremos emitir a través de estas líneas. Porque estamos llegando a un punto en el que creemos que gozamos de libertad, de hacer lo que nos venga en gana, sin darnos cuenta o a veces sin importar que nuestras acciones van en detrimento del otro. Ese otro enmarca la sociedad y el conjunto de normas que ‘la rigen’. No solo es una postura egoísta sino irresponsable.
A diario lo vemos, cuando caminamos la ciudad o vamos en un vehículo. El señor o la joven de la moto que está en la mitad de la vía y va a girar en la próxima calle, y sin utilizar la luz direccional va girando sin darse cuenta el caos que se puede generar, colocando en riesgo su integridad o la de los demás actores viales. Ni que decir de aquellos ciclistas que no respetan a los peatones en los andenes o de aquellos conductores que se estacionan en las zonas peatonales.
También están los comentarios que hacemos des-carnadamente, especialmente en redes sociales, sin detenernos a pensar en el daño que estamos haciendo.
Muchos jóvenes, tal vez nosotros, con nuestra generación, también lo hicimos, que se creen con el derecho y la potestad de pasar por encima de cualquier persona o autoridad, empoderados en un arma de fuego o en los llamados ‘respaldos’.
Antes de actuar, evaluemos el bien o el daño que nuestras acciones pueden generar en los demás. No es pedir consentimiento para ejecutar una empresa, no. Es simplemente, pensar en el otro, dejar a un lado la indiferencia y empezar a comportarnos como individuos que hacemos parte de un conglomerado social, en el que los valores y las sanas costumbres se han perdido; porque ahora, con el afán, el azar, presurosos del éxito, especialmente el económico, a cualquier costo, nos hemos ido sumergiendo en una espiral que ha desembocado en los niveles de deterioro de nuestra sociedad.