Nunca antes en la historia reciente del país se había presentado una contienda electoral en tan alto grado de polarización, agravada por otras circunstancias como la de tener 521 municipios en estado de alerta máxima por factores de orden público, un crudo invierno que golpea las vías de comunicación y un sentimiento generalizado de desconfianza en la Registraduría General de la República, responsable de la jornada electoral.
Los aspirantes a la presidencia se han ocupado con tanta intensidad en sus ataques personales, que al pueblo en general no les ha quedado claro qué es lo que proponen y finalmente quedan en el aire los programas y proyectos serios y necesarios para consolidar en primer término la democracia y en segundo lugar, el crecimiento social y económico de la comunidad, en aquellos aspectos urgentes que claman la mayoría de los asociados, aquellos que afectan a la población más vulnerable.
La molestia suprema que tiene intranquilos a los colombianos, es aquella referente a la desconfianza que han creado los propios candidatos en la Registraduría, por la posibilidad de presentarse un fraude en el conteo de los votos, una situación que viene desde la pasada jornada electoral, cuando se encontraron falencias en los procedimientos de la institución, pero que al final, fueron corregidas con relativo éxito y aclimataron la paz entre los aspirantes.
Sabemos que el gobierno ha adelantado todas las gestiones y fortalecido los mecanismos necesarios para que la gente pueda ejercer su decisión electoral en forma libre, espontánea y con la plena confianza en la buena fe de los organismos responsables para que la transparencia sea el factor fundamental en el proceso.
Tanto los candidatos, como los partidos y movimientos políticos, deben obrar con sensatez, con la mirada puesta en la buena fe de los gobernantes, dejar de lado las suspicacias que se filtran una y otra vez por las redes sociales, hoy más influyentes que nunca y al mismo tiempo peligrosas, si no se tiene la certeza de sus informaciones, de donde se desprende la decisiva fortaleza de las instituciones electorales para que la democracia, en lugar de debilitarse, salga fortalecida, en este momento de especial importancia, no solo para los connacionales, sino para la región y muchos otros países, que están pendientes de este certamen que pone a prueba la credibilidad institucional del gobierno.
Colombia se ha distinguido en el concierto de las naciones por ser un país democrático, respetable de la institucionalidad, amante del trabajo digno, fuerte en su lucha por la paz y el bienestar de todos, cualidades que no pueden dejar pasar de lado los aspirantes a la presidencia y además tenemos serios problemas por resolver, bien conocidos por todos, que es lo que espera la gran mayoría sean resueltos, de tal manera que se garantice la convivencia pacífica.