Acostumbro a caminar, una hora aproximadamente, alrededor de un parque, tal como me lo han recomendado los profesionales de la salud y en ese sitio, de vez en cuando, aparecen los habitantes de la calle que se dedican a hurgar en las bolsas de basura para escoger algunas sobras y comer algo, me imagino el hambre que padecen.
Hace pocos días, le pregunté a uno de éllos sobre lo que buscaba, pero me asombró su respuesta: “estoy buscando una colilla de bareto”.
Me lo dijo con la mayor tranquilidad, nunca antes vista, pero su mirada reflejaba un terrible sufrimiento, su vestimenta escasa y sucia y tenía a su lado la bicicleta destartalada que le servía para trasladarse desde el corregimiento de Sonso hasta Guadajara de Buga.
Son muchos kilómetros recorridos para buscar un sobrado de bareto (marihuana). Esto me llevó a pensar que hasta este último sector de la sociedad del progreso y del bienestar, aparecen las diferencias entre los que pueden comprar el cigarrillo para envolver la cannabis sativa y quienes nada tienen.
Me imagino esa sensación de ansiedad intensa de una persona que sufre la falta de un sicótico, como es la marihuana, el temblor se apodera de su cuerpo, el miedo se convierte en terror, la angustia es su común denominador.
Creo que le corresponde a las alcaldías municipales crear sitios especializados en atención a los drogadictos, no escatimar esfuerzos para contratar especialistas en la prevención, tratamiento y sanación.
En el fondo de todo drogadicto y alcohólico existe un problema que no ha podido resolver de otra manera, sino escondiéndolo bajo el manto de la supuesta alegría que ofrecen estas sustancias, pero como el gusto es pasajero, cada vez se hunden más y más en el abismo.