De ese hecho en el que sufrió el accidente hoy habla poco, pero recuerda que sucedió en medio de un paseo familiar cuando desatendiendo el llamado de su mamá decidió darse el último “chapuzón”.
Al lanzarse al agua lo recibió un muro de concreto con el que se golpeó la cabeza y sufrió la fractura de varias de sus vertebras.
“Ese día nos había-mos ido hacia la cancha de fútbol y al regresar, vimos una romería de personas en torno al charco y al abrirnos paso entre la gente nos encontramos con la escena de ver a Jefferson accidentado”, recuerda Francy.
Empezó la batalla
El primer dictamen y que por demás resultó concluyente fue la imposibilidad de que Jefferson Andrés volviera a caminar y que debería pasar el resto de su vida en la silla de ruedas.
“Sin duda fue una noticia muy dura, pero en ese momento entendí que la misión a partir ese momento, era trabajar para que en medio de la situación, él tuviera y llevara una vida digna”, dice la mujer.
La lucha no ha sido nada fácil, pues en un país que está lleno de leyes y de normas, el acceder a los beneficios de salud en ocasiones resulta una odisea, además de la tarea de convencer a un chico de 15 años, amante de la adrenalina, que la vida debía continuar.
Nueve años después
Uno de los requisitos para acceder a la realización de esta nota, era que se debía alejar de la intención de generar lástima, pues ya con 25 años de edad y cursando octavo semestre de derecho en la Unidad Central del Valle, Jefferson Andrés Castrillón Moncada tiene claro sus objetivos.
Con honestidad, este joven que se ha mantenido entre los alumnos con las mejores notas de la facultad de humanidades, reconoce que no es un apasionado por el estudio y que accedió a ingresar por la insistencia de su progenitora y de uno de sus tíos, quien le está pagando la carrera.
Paradójicamente, la decisión de superarse, se ha convertido en una dificultad para Jefferson, pues la EPS a la que está adscrito, quiere quitarle el servicio de enfermería que consiguió su madre a través de una de las tantas tutelas que ha instaurado.
“El argumento de la entidad de salud, es que si ya puedo ir a la Universidad, no requiero la asistencia de la profesional, situación que desconoce la realidad de un paciente como yo, que además de la limitante para caminar enfrento múltiples patologías, varias de ellas bastantes complejas”, afirma Castrillón Moncada.
Porqué el derecho
Nunca en su vida Jefferson Andrés pensó en ser abogado y de no haber sufrido el accidente, seguramente hoy sería un deportista extremo o un instructor de gimnasio.
“El derecho me pareció la carrera más práctica, pues ya se podrá imaginar cómo sería un ingeniero civil en una obra sin poder usar las manos o un experto en sistemas sin poder manejar un teclado”, dice el joven, quien egresó como bachiller del Gimnasio del Pacífico, donde además se reconoce de los primeros al momento de enfrentar una protesta.
Su vida en la U
Si le resultó difícil el ingresar a la UCEVA, por las trabas que le pusieron, le fue más complicado el aceptarse él como universitario, pues hay múltiples barreras físicas y mentales que se presentan.
“Por mucha evolución que haya y modernidad, las personas como yo enfrentamos la indiferencia y hasta el rechazo, pero la verdad he encontrado personas que me ayudan, sin que ello quiera que me vaya a recostar a ellos por mi condición, pues los trabajos y las notas debo presentarlos y sacarlos yo”, comenta el joven tulueño.
Un sueño
Al ser consultado sobre sus anhelos y metas, Jefferson parece tener uno solo y es poder terminar su carrera profesional, independizarse y poder liberar a su madre de las tensiones y angustias diarias. “Eso es algo que ella se merece, pues lo ha dado todo por mí” asegura.