La cifra fue revelada por la Secretaría de Bienestar Social, a través de la Coordinación del Eje Mujer en cabeza de la profesional Katherine Galindo Cerón.
De acuerdo con el consolidado que posee la entidad en el año 2019 se reportaron 26 denuncias por violencia intrafamiliar mientras que en 2020 la cifra llegó a las 136, varias de ellas con consecuencias graves.
Al ser consultada sobre las causas de ese crecimiento, indica que por efectos del aislamiento, los victimarios pasaron a convivir siete días a la semana con sus víctimas y ese factor disparó las cifras en la Villa de Céspedes y el país en general.
“Fue un tema muy álgido que seguimos atendiendo desde el gobierno municipal, a través de la activación de la ruta de atención integral a la mujer violentada, y nos duelen las cifras pues se han desarrollado campañas de prevención pero los resultados no son los esperados”, precisó Galindo Cerón.
Al ser consultada sobre las razones de fondo para que la cifra se haya disparado de tal manera, la funcionaria precisó que hay factores como el económico, porque durante la pandemia para la que nadie estaba preparado, escasearon los alimentos, las obligaciones financieras aumentaron y eso hizo que las agresiones físicas, psicológicas y hasta de índole económico afloraran o se acentuaran mucho más.
“Bajo la sombra del hogar ocurren muchas cosas que en la mayoría de casos no trascienden, pues todavía hay el temor a la denuncia o el paradigma que denunciar no sirve de nada”, precisó.
Sobre las 136 víctimas de la violencia de género en Tuluá en 2020, la jefe del Eje Mujer indicó que una buena cantidad de ellas fue atendida a través de la Ruta de la que hacen parte las IPS, Fiscalía, Comisaría de Familia, Icbf, Bienestar Social, Policía Nacional y llevadas al hogar de paso.
“En algunos casos se logró la expedición de la orden de desalojo del agresor y en otros se estableció la red de apoyo para el traslado de la maltratada a otra ciudad con su núcleo familiar”, precisó.
Una de las mayores preocupaciones para la autoridades es el hecho que un número de mujeres violentadas física, psicológica y hasta financieramente regresaron después de la intervención a sus hogares y lo hacen por temor a estar solas y no poder enfrentar las situaciones que se derivan de una separación.
“La violencia intrafamiliar o de género es algo cíclico y casi siempre la víctima termina regresando a sus casas bajo las promesas de cambio, de una nueva vida pero la experiencia enseña que el agresor nunca deja de serlo y termina repitiendo el comportamiento”, puntualizó.