La imagen que resulta enternecedora se repite cada mañana cuando las aves aguardan la llegada de su proveedor y se turnan para devorarse con sus picos el pan que se les ofrece. Este samaritano que poco le interesa ser reconocido dice que se debe cuidar de estos seres vivos que alegran el paisaje y le dan vida a la plaza mayor de los tulueños. “Ellas saben que siempre vengo y como pueden ver se posan en mi brazo de manera ordenada”, dice el benefactor de las aves mientras se sienta en uno de los muros a la espera.