Igual, sobre la implantación de una serie de medidas para que la salud sea un derecho que en su ejercicio impida la muerte de miles de compatriotas que carecen, en gran parte de nuestros territorios, de una atención médica básica.
Territorios ocupados por los desposeídos o más pobres, como son las comunidades campesinas, indígenas, negras y desplazadas del país.
Y, tengo que admitir, como seguramente lo harán quienes la escucharon, que la reforma es una propuesta coherente, incluyente y preventiva a las causas de la enfermedad en Colombia, siendo las principales la corrupción, la negligencia, el desgreño administrativo y la ineptitud de una organización de Estado que solo beneficia a una minoría podrida en los privilegios.
Por ello no hay una sola voz que desde la argumentación razonable descalifique esta propuesta y se recurra al ataque personal, a la mentira, a la desinformación y a todas las bellaquerías conocidas y por conocer para repudiarla.
Es curioso, como los partidos que a veces si y a veces no, asumen la aprobación o el rechazo a la reforma, nunca publicitan un texto donde los colombianos podamos acceder a las propuestas que con tanto ahínco dicen defender y contrastarlas con el articulado propuesto por la comisión designada por el gobierno, en cabeza de la ministra, para establecer un sistema de salud que cubra a los colombianos sin distinción o exclusión alguna.