El día que Iris Marín iba a nacer salió un arcoíris, entonces su hermana propuso la parte final de esa palabra como nombre para la bebé.
El día que Iris Marín se dirigió a la Cámara de Representantes como una de las 3 ternadas para ser la próxima defensora del pueblo, desandó sus generaciones: habló de una viuda que alquiló un cuarto donde no se admitían niños, y en la noche entró a sus 11 hijos; uno de esos niños era su papá.
También habló de una niña vagando sola por la vida sin conocer a su padre; esa era su mamá.
Narró la historia de su familia para mostrar la pobreza y violencia que hacen de las historias cotidianas de este país historias extraordinarias, y para dejar claro cuáles son los seres humanos por los que va a trabajar: víctimas del conflicto armado, niñas y niños, adolescentes, mujeres violentadas; su objetivo está ligado a lo planteado en la Asamblea Nacional Constituyente: “la igualdad en el disfrute real de los derechos”.
Iris ha dedicado toda su vida académica y profesional a la defensa de los derechos humanos, por eso puede decir algo como esto: [refiriéndose a su cargo como subdirectora general de la Unidad para las Víctimas]: “allí me enfrenté al reto de pasar la teoría y los estándares de los derechos humanos a la realidad”.
Su hoja de vida es intachable y extensa, ver una mujer de ese tamaño asumir ese cargo después de más de 30 años de su creación, solo muestra lo atrasados que estamos, mujeres de ese talante pasaron muchas veces desapercibidas durante todo este tiempo.
El día que Iris Marín se bajó del avión en Nuquí, Chocó, a donde acudió para la posesión de su cargo, pero sobre todo para hacer historia como la primera mujer defensora del pueblo, en el primer gobierno que ternó a 3 mujeres para ese cargo, se encontró con un arcoiris… sí, como ella dijo: “ya era hora de una mujer defensora”.