La democracia siempre ha convocado la atención de políticos y gobernantes a lo largo de la historia. La democracia constituye un concepto que entendido e implementado de manera adecuada permitiría la participación de los ciudadanos en las decisiones trascendentales que han de regir su destino y que se han de constituir a la vez en itinerario para dignificar su existencia y guiarlos por la ruta de la vida buena.
No obstante lo anterior, en diferentes países se han promovido manifestaciones de inconformidad frente a los sistemas de gobierno. Un ejemplo de lo que se acaba de expresar se observó en días recientes en Estados Unidos, donde un grupo de manifestantes se tomó por la fuerza el Capitolio, aludiendo para ello apoyo a Donald Trump, quien en repetidas ocasiones ha dicho que las elecciones presidenciales de noviembre de 2020, que dieron como ganador a Joe Biden, fueron fraudulentas.
En todo caso, la toma del Capitolio ha sido un hecho que ha atraído la atención mundial, puesto que siempre se ha considerado que el sistema constitucional de gobierno de los Estados Unidos representa un símbolo sólido de democracia a nivel orbital.
Ante estos eventos surge la pregunta ¿qué está pasando en algunos países en materia de gobierno? Una posible respuesta lleva a pensar que para fortalecer la democracia se requiere que ésta contemple con mayor énfasis la inclusión de grupos minoritarios, conformados por cuestiones de religión, raza, política o de cualquier otra índole. Dicha inclusión, desde luego exige reconocer el valor de todos los individuos como personas investidas de unos derechos mínimos y sería la piedra angular para fortalecer la democracia.
Para tal fin, se requiere además, resignificar conceptos fundamentales como equidad, tolerancia, justicia, libertad, entre otros. De este modo se diría que los ciudadanos estarían en condiciones de aportar a La riqueza de las naciones, título de la obra magistral de Adam Smith, pero han de recibir a cambio una retribución más justa por tal aporte.