Ha fallecido Carlos Holmes Trujillo, un personaje que vivió del erario merced a las posiciones que heredó aprovechando el nombre de su padre que fue un cacique liberal que por lo menos se mantuvo siempre en su colectividad. La corrección política, por supuesto ubicada a la diestra, demanda que no hay que alegrarse y ni siquiera dar a entender que es un “buen muerto” como alguna vez lo ha dicho su patrón a propósitos de jóvenes víctimas del conflicto armado interno del que son protagonistas estelares.
Y puede ser cierto, pero lo que no pueden exigir es que se lamente esta muerte como si el fallecido lo hubiera hecho por lo menos con un mea culpa cuando, por ejemplo, unos policías asesinaron electrocutando y pateando al futuro abogado Javier Ordóñez, provocando unas protestas que al día siguiente sería respondida por la misma policía con 14 asesinatos de civiles configurando una masacre más durante esta fallida administración. Para que no quede duda del talante de “demócrata ejemplar” que ostentaba Trujillo, fue con su jefe laboral a felicitar con abrazo incluido a los subalternos que habían defendido la institucionalidad, porque eso de masacre era un término periodístico mal utilizado.
Por no hablar de los más de 300 asesinatos entre líderes sociales y desmovilizados que ocurrieron entre la posesión y el deceso del exministro; y claro está, por los más de 52000 muertos por el virus del que también fue víctima el titular de la cartera de Defensa que se lleva buena parte del presupuesto que le debería corresponder a la de Salud, por lo que nos cogió la pandemia con un débil sistema de salud ya de por sí corrupto y coordinado por un gobierno que a estas alturas nos tiene sin vacunas y sin ni siquiera contratos firmados con las avaras farmacéuticas mientras casi todos nuestros vecinos regionales empezaron la vacunación desde diciembre.
No es de extrañar entonces que quizás familiares y amigos de estas miles y miles de víctimas se hayan desahogado en las redes sociales cuando madrugaron con la noticia del fallecimiento de tan reconocido político, para rabiar de la corrección política y sus medios, Caracol y RCN, a pesar del show sensibilero que montaron y trataron de disimular con el cubrimiento de la muerte coetánea del dirigente sindical Julio Roberto Gómez. Así que eso de llamar desalmados a quienes no siguieron el coro de sus lamentaciones no le luce a su inigualable cinismo.