Las normal y aceptado por todos que cuando un equipo de fútbol pierde, la culpa es del director técnico; toda empresa tiene un gerente general, si no le va bien en sus objetivos, se cambia el gerente y no a la junta directiva y así sucesivamente podríamos ir de ejemplo tras ejemplo, para concluir que la costumbre muy arraigada en nuestro medio político, es la de echar la culpa de todos los males de una ciudad al alcalde respectivo, no se pide la cabeza de todos sus secretarios, sino la del mandatario local.
Sin embargo hemos llegado a un extremo tal, que pareciera ser que la raíz de todos los males de un municipio residen en el alcalde, al cual se le exige, desde tapar un hueco en la calle, hasta hacer callar el perro del vecino que no deja dormir en las horas de la noche.
En una campaña electoral, en donde las propuestas se escuchan solamente de parte del aspirante a ocupar un cargo público, entre ellos, el de la alcaldía municipal, se guarda silencio absoluto de parte del ciudadano común y corriente, sobre la forma que podría contribuir a la convivencia, antes por el contrario exige a los candidatos todo tipo de obra, de toda índole y vaya a pensar en lo que le sucederá si no cumple con lo prometido en su programa de gobierno.
Bajo el amañado argumento de que “para eso fue elegido” se sostiene que lo importante es que haga obras “así robe un poquito” y en consecuencia hemos caído en una doble moral que lleva implícito la aceptación de la corrupción, ante la cual, se rasgan las vestiduras en otros escenarios.
Pues es el momento de tomar conciencia de la responsabilidad individual y colectiva de la comunidad en general, no es posible eliminar la contaminación del río, si se continúa vertiendo toda clase de deshechos e inservibles, de arrojar las basuras a la calle, de detener los incendios forestales, entre otros aspectos que contribuyen igualmente al calentamiento global, que ya toca a las puertas.
No es posible una equilibrada movilidad, si no se respetan las normas de tránsito, de obedecer a las autoridades, como por ejemplo, no parquear en las zonas prohibidas, no poner cualquier puesto de venta en las esquinas, en las calles, no ocupar el espacio público en términos generales, no robarse las señales de tránsito, etc.
Nos estamos acostumbrando muy negativamente a echarle la culpa de la inseguridad total, al mandatario de turno, pero no educamos para el respeto a las personas desde el seno familiar, nos quejamos del alto costo de los servicios públicos, pero desperdiciamos el agua, la energía y el gas, de muchas formas, que realmente no son indispensables.
Le echamos la culpa del alto costo de vida, del calor, de la lluvia, de la inseguridad, de la vida cara, pero nadie pone siquiera un granito de arena, en la construcción de una sociedad, que se mueve entre el miedo y la incertidumbre.
Los candidatos a las alcaldías y concejos municipales, hacen mil y una propuestas, que todos sabemos no cumplirán en su totalidad. Sería conveniente que escucharan a los votantes, al hombre y mujer de a pie, a los campesinos, las organizaciones sociales, para que se unan en presentar propuestas concretas y razonables, en bien de toda la comunidad, no solo de un sector político determinado, especialmente de quienes ostentan el poder, sino que se busque el bienestar general. El alcalde no es solo el culpable, la culpa es de todos.