Los tulueños no se reponen de la tragedia ocurrida esta semana en la cárcel municipal, en donde murieron asfixiados y quemados 51 reclusos que aún lloran, no solamente sus familiares y amigos sino también el pueblo que reclama con justicia mejores condiciones de seguridad y protección para quienes están condenados y pagan sus penas por los delitos cometidos contra la sociedad.
Al mismo tiempo que los lamentos se escuchan hasta el cielo, se destapa uno de los peores problemas del sistema carcelario, como lo es el hacinamiento que azota a todos los centros penitenciarios del país sin que hasta el momento se encuentre una solución plausible, que satisfaga las falencias abrumadoras, como las encontradas por los organismos de control durante la etapa investigativa de los hechos en este municipio que conducen a la urgente necesidad de una reforma estructural al sistema penitenciario, de tal manera que se cumpla a cabalidad con uno de los objetivos principales de la condena como lo es la rehabilitación y resocialización de los internos.
El alma tulueña se encuentra de luto, toda la sociedad acompaña a los familiares de las personas fallecidas trágicamente y existe una sentimiento de tristeza incalculable a tiempo que develan lo paradójico de la vida, cuando recién salían de una semana de plena alegría, regocijo y felicidad compartida, con motivo de la exitosa Feria Exposición Agropecuaria en su versión 65 que fue visitada por propios y extraños en forma multitudinaria.
Ahora, tanto el gobierno nacional como el país entero, ven claramente la necesaria reforma penitenciaria, que entre otras urgencias, permita acabar de una vez por todas con el hacinamiento, que agobia a los reclusos de forma indignante y reducen su condición humana a la más mínima expresión en sus cadalsos. Basta una mirada pasajera a estos sitios en donde se clama por mejores condiciones de existencia y en donde no se rehabilita a nadie, sino que,una vez cancelada su condena, salen con sentimientos profundos de venganza y es casi imposible su resocialización definitiva para que reasuman una vida con dignidad.
La demora en ofrecer la información adecuada y precisa a los familiares en este fatídico caso, que ojalá nunca más se repita, es una clara muestra de ausencia de buena administración y falta de recursos tecnológicos, tal como lo demandan los tiempos modernos. Ojalá esta tragedia sirva al gobierno para replantear y estructurar una nueva política carcelaria y construir nuevos centros penitenciarios según la normatividad vigente, de tal manera que los reclusos sean tratados como personas con todos sus derechos a una vida digna, pues solo con el hecho de estar retenidos y aislados de la sociedad, bastaría para saldar sus deudas.
Es inaudito que todavía se deba esperar a que suceda una tragedia, para acudir a buscar una rápida y eficiente solución en todo lo relacionado con el sistema carcelario y se convierte en un llamado de alerta para prevenir similares situaciones que se extienden a la posibilidad de otras tragedias como consecuencia del duro invierno, por ejemplo, que azota el territorio colombiano. Será una tarea titánica, tomar conciencia de una política de prevención a todo nivel en el ámbito nacional.