A pesar del título, esta columna no tiene nada que ver con la jornada electoral del pasado 29 de octubre. Es, la reseña de una película. De una bella película. Se trata de un filme de la directora mexicana Natalia Beristáin.
“Los Adioses”, ganadora del Premio del Público en el Festival Internacional de Morelia en 2017, recrea la vida y obra de una mujer muy ligada a sus propios intereses y preocupaciones, como son el feminismo, el indigenismo y todos los avatares de la tradición y las vanguardias. Se trata de la escritora Rosario Castellanos, de origen chia-paneco, nacida el 25 de mayo de 1925 y fallecida en Tel Aviv, donde era embajadora de su país, en 1974.
Castellanos, pese a ser una férrea defensora de los derechos de la mujer, en un país extremadamente machista, no posó nunca como la mujer monolítica e infalible que distingue a buena parte del movimiento feminista actual. Al contrario, asumió sus contradicciones como ser humano, como mujer de carne y hueso, que a la vez que lucha por demoler el rol sumiso de la mujer mexicana, se enfrenta a una cotidianidad enmarcada por un conflicto interior difícil de resolver, entre su vocación de escritora, y por lo tanto mujer libertaria, y su deseo de ser madre.
Por ello, el mejor logro de la película de Beristáin, es mostrar a la gran poeta y prosista mexicana, no desde su papel de militante, o desde la importancia de su vasta obra, sino en su faceta más delicada, más íntima, su vida en pareja y específicamente con el intelectual Ricardo Guerra.
En este sentido la película logra el propósito que Rosario le daba a la poesía que no era otro que “el llegar a la raíz de las cosas”. Y llega a esa meta a partir de la lectura de las cartas que Rosario le escribió a Guerra y que suscitan en la Beristáin un imaginario relacionado con sus propias contradicciones, con sus propias vivencias como mujer y como activista de las narrativas feministas contemporáneas.