Esta semana llevamos la cuenta regresiva en nuestros hombros y reproducimos con atención cada momento especial que este año nos dio; desde una triste despedida hasta una celebración sin precedentes nos vimos envueltos en un año lleno de retos y nuevas oportunidades.
Aquí lo particular es que se insiste en dejar el año atrás, uno año viejo que se va y del que no se quiere saber más, sin embargo es parte fundamental de nuestro crecimiento y es el ingrediente principal del año que iniciamos, mirar hacia atrás está bien, reconocer qué hicimos mal y qué bien, es necesario porque no es borrón y cuenta nueva, es progreso y resiliencia, en donde aceptemos que seguir un camino fijo está bien y cambiar por el bienestar propio y el ajeno es completamente sano; y no es de niños soñar o desear que este nuevo año sea la puerta que tanto se espera cruzar, por tal motivo en este fin de año no perdamos la ilusión de ser aquella persona en la que deseamos convertirnos, que el reflejo interno que nos devuelva la mirada sea aquel con el que nos sintamos tan bien, que mantener una conversación con nosotros mismos resulte más que razonable.
Busquemos metas que le den un rumbo a nuestro año, que nos permitan abrirnos paso en la normalidad que nos acecha, recordemos cada buena persona, cada enseñanza, cada sueño, cada frustración, cada lágrima, recordemos y hallemos en cada nube de pensamiento negativo o positivo, el ápice de nuestro crecimiento. Así bien es necesario también dar un cierre adecuado en el que no falte la alegría y desde luego habrá lugar a la nostalgia, lo que sí es que debemos procurar brindar con prudencia, cuidando a nuestra familia y a nosotros mismos en la última celebración del año, porque aunque toda fiesta es el escenario perfecto para un brindis, hay que recordar que la familia, la felicidad y la seguridad es lo primero. ¡Salud!