El Glosario de Género del Instituto Nacional de las Mujeres de México, define así el acoso sexual: “es un comportamiento o acercamiento de índole sexual no deseado por la persona que lo recibe y que provoca efectos perjudiciales para ella”.
El mes pasado tuve una situación de acoso sexual con una persona que consideré por mucho tiempo mi amigo, hoy ya no lo es. Después de hablar con personas cercanas, y crear estrategias de autocuidado para futuras situaciones a partir de las preguntas que me hizo una amiga psicóloga y gran profesional, me dije a mí misma: No puedes tener amigos que te acosen.
Esta frase significó un antes y un después en mi vida; entonces, llegó el proceso reflexivo: me puse a pensar en lo lamentable que debe ser tener un constructo social y mental que te impide acercarte de forma sana a las mujeres, no saber tramitar tu deseo frente al no, y tener como únicas alternativas insistir, acosar y violentar.
Es lamentable que tantos hombres vivan en un mundo falso que no les dice lo mucho que pierden cada vez que no empatizan, cada vez que ponen por encima el imaginario de hombre conquistador sobre el erotismo, la dulzura y la complicidad de la amistad.
Recordé el relato más impresionante del libro Ellos hablan, en el que la periodista Lydia Cacho cuestionó a diversos hombres mexicanos sobre qué es ser hombre, para desentrañar el Patriarcado, el machismo y la misoginia; el libro está lleno de relatos dolorosos, poblado de hombres heridos, y hasta criminales; entre toda la desesperanza de tales historias la del escritor Alberto Ruy Sánchez es un faro: después de contar que se enamoró de todas sus primas y amigas, para luego sufrir por verlas con sus novios, hasta finalmente volverse su cómplice, dice el corazón de este texto: “La amistad, incluso amorosa, entre hombres y mujeres es un antídoto del machismo”.