El proyecto de Ley que busca la aprobación del consumo de cannabis para uso de los adultos con carácter recreativo es uno de los más controvertidos del momento, dadas las consecuencias que desataría en una sociedad que tal parece, no está preparada aún para recibir la legislación, que por novedosa, no deja de ser un peligro serio y grave para quienes no tienen el suficiente poder moral e intelectual para asumirlo.
Aunque en varios países del mundo, ya no se considera delito la venta y el consumo de la marihuana, nosotros no podríamos copiar literalmente tal actitud, sin un pormenorizado estudio, análisis y profunda reflexión, que abarca nuestra idiosincrasia de manera integral, desde el punto de vista moral, ético, sicológico, siquiátrico y mirando al hombre y a la mujer como personas dignas, con intensas formas de pensar, pero que para nuestro caso en particular, se hace necesario tener, conservar y defender nuestra propia identidad cultural.
Por lo tanto, no se puede aprobar un proyecto de tal envergadura a pupitrazo limpio, como es costumbre en el Congreso de la República, es urgente que se tomen todas las medidas preventivas del caso, para impedir necesariamente, las consecuencias negativas del consumo de esta planta, su fácil adicción, observar y escuchar a quienes han caído en esta trampa mortal, que se muestra aparentemente como inocua, pero que conlleva resultados inesperados, tal como lo relatan los testigos que han podido salir del “infierno”, en donde han caído.
La excepción de la regla, no justifica su inocultable daño irreversible a los consumidores, basta ver por ejemplo, a miles y miles de jóvenes en Holanda, que vagan de un lado por el otro, como zombies, en donde el libre desarrollo de la personalidad, los ha conducido a un infierno inimaginabley más aún, no podríamos preguntar ¿qué está pasando en los países super desarrollados en donde las masacres de niños es un común denominador, cometidas por jóvenes, que han perdido el verdadero sentido de sus vidas, sumidos en la drogadicción, la violencia y el desasosiego?.
Estaremos condenando a las futuras generaciones a un mínimo de felicidad que puede tener el consumo instantáneo de un estupefaciente, en lugar de ofrecerles realmente la esperanza de una vida digna, próspera y solidaria, que contribuya al bien de la sociedad en general, solamente por dar salida fácil a un problema muy serio que tiene que ver con la existencia humana? Sabemos que el castigo actual, no ha tenido los resultados esperados, sin embargo creemos que brillan por su ausencia políticas de educación, formación y solidaridad orientadas a resolver los problemas de la juventud que cae en esta adicción y el gobierno ha dejado en pocas manos de instituciones privadas el hacerlo con eficacia y relativo éxito.
Basta con mirar alrededor y comprobamos la pobreza e injusticia cómo sé encuentran al prestar este servicio solidario que debe ser profundamente humano, integral y fraternal, porque se trata de personas que luchan por recuperar el mejor sentido de la vida que lo perdieron en un instante de euforia y pasatiempos propios de una edad, siempre en peligro de la pérdida de valores, salpicados por infinitas nuevas formas actitudes ofrecidas por la sociedad de consumo, que no respeta para nada la persona humana.
En consecuencia no podríamos aceptar alegremente y con ligereza los discursos alusivos a su aprobación, especialmente cuando provienen de un consumidor que no puede convertirse en la norma general, sino más bien de evitar tamaña adicción en una juventud que no es tan fuerte como la pintan en los novedosos escenarios de los juegos televisivos e internet, que ensordecen y ciegan la inteligencia.