Nada detiene la escalada de precios de los productos de la canasta familiar en los tres primeros meses del año, mientras que el gobierno anuncia subsidios aquí y allá, rabaja en los aranceles y paradójicamente las ventas en el día sin IVA se disparan como nunca antes había sucedido.
El alza en los alimentos es impresionante y se ha echado la culpa, entre otros motivos, a la pandemia del covid 19, al paro nacional, al cogestionamiento de los contenedores en los puertos, a los precios del petróleo, a la subida del dólar, al conflicto con Venezuela y lo que nos faltaba, a la actual guerra de Rusia contra Ucrania.
Nadie se atrevería a pensar, en otros tiempos, que desde un país tan lejano nos tocara sufrir las consecuencias y tal parece que sí fuera cierto, si es verdad que importamos desde Kiev y su región el trigo para las panaderías y la úrea para el abono de las siembras en nuestro territorio.
Lo que extrañamos aquí es la desaparición del control de precios, pesas y medidas, porque el aumento en los productos elementales y básicos, suben irremediablemente, sin la mínima vigilancia oficial en las alcaldías de los municipios, que es por donde debería empezar a trabajar el gobierno nacional y dejar de anunciar medidas que no se cumplen en la realidad concreta del día a día.
No es posible que las clases populares de menores ingresos no puedan acceder al consumo de la carne de res, cuando hace varios años, era lo común y corriente, hasta tal punto que la Iglesia Católica en estos tiempos de Cuaresma, consideraba como un acto de ayuno, la prohibición de su consumo; hoy hacerlo es un milagro.
Y así sucesivamente, los huevos, la papa, el café, entre otros muchos, alcanzan precios desorbitantes y el encarecimiento del costo de vida continúa en alza, de tal manera que el salario mínimo, no sirve para adquirir lo más “mínimo”en materia de alimentos, vivienda y salud.
Los mandatarios municipales deben, en el fiel cumplimiento de la Constitución y la ley, establecer mecanismos de vigilancia y control, no puede el pueblo continuar al vaivén de los lineamientos del mercado que no tiene contemplación alguna, pues lo que importa es vender, vender y vender. Y tampoco podemos seguir buscando el ahogado río arriba, echándole la culpa a factores externos, sino tratar de encontrar una salida digna y eficaz a estos entuertos que surgen y se convierten en el pan de cada día.