La pandemia generada por el COVID-19 parece que llegó para quedarse o así por lo menos lo demuestra después de año y medio de haber sido descubierta en los laboratorios de Wuhan China como hasta el momento así lo determinan las investigaciones. Que fué un murciélago, que el perro, que el gato que se comieron, miles de historias con un solo y desastroso resultado: millones de infectados, miles de muertos, millones de dólares en pérdidas, familias destruidas y una población mundial llena de pánico y desconcierto con cada nueva mutación del temido virus. Pero entre todo lo que nos ha dejado esta situación lo que más preocupa para quienes luchan a diario por combatirlo en las salas de emergencia y Unidades de Cuidado Intensivo es ver como espectadores de circo romano, a una población que ha perdido el miedo y el amor propio por la vida demostrado en las múltiples aglomeraciones, fiestas, paseos de olla y hasta orgías vandálicas sin protección alguna, lo que ha llevado a que, en países como el nuestro, las personas estén muriendo por cientos diariamente a falta de una cama UCI. “Perdimos el miedo”, dicen los incitadores de la primera línea y quizás puedan tener la razón, lo que no justifica es que hayamos perdido el miedo a un asesino letal y silencioso llamado Sars Covid, virus que sigue matando a pesar de la vacunación y lo más trágico quizás sea que no mate al que lo propaga por participar de estos circos humanos sino y tristemente a quienes los esperan en sus casas y que por su edad sumada a las enfermedades que trae la vejez, puedan adquirlo y en cuestión de horas sucumbir a sus efectos. Así que deberíamos volver al miedo o por lo menos cuidarnos y a su vez cuidar a quienes nos rodean, que no quede la sensación que fallamos al cuidado mínimo, un tapabocas bien colocado, unas manos limpias y desinfectadas, unos besos desde lejos, un puño o una reverencia mejor que un abrazo, por ahora o por lo menos hasta que podamos decir que aunque sigue ahí ya lo pudimos controlar. Así que perdamos el miedo al autocuidado y a la vacunación, que ni nos están metiendo un chip ni nos están marcando como reses de Satán, ni mucho menos los extraterrestres nos van a llevar en máquinas voladoras, además de todas maneras de esta vida no saldremos vivos, pero por lo menos evitemos esta enfermedad. Gracias a los médicos y enfermeras que son verdaderos héroes de la vida, paz en sus tumbas a quienes fueron vencidos y un abrazo fraternal para las familias que han sufrido la desgracia en estos tiempos.