Se ha vuelto pan nuestro de cada día el ver a través de las redes sociales y de los mediosw de comunicación locales, que Tuluá se ha convertido en una ciudad altamente peligrosa para vivir. Violencia de todo tipo, extorsiones, etc se han convertido en parte del paisaje tulueño.
Es cierto que las autoridades tienen mucho que ver en que, como ciudadanos de bien, estemos protegidos y que cuiden nuestra vida y patrimonio. Pero vale la pena preguntarnos ¿qué estamos haciendo como ciudadanos y sociedad para que esta pesadilla acabe en nuestra ciudad? La primera pregunta es para los padres de familia que son los primeros educadores de los hijos y que es desde el hogar donde se tienen que sembrar auténticos valores como el perdón, el respeto por la vida y los bienes de los demás, el respeto por las normas y por los mayores, la obediencia y sobre todo el amor a Dios y la vivencia de auténticos valores religiosos. ¿Estamos cumpliendo esa labor tan importante?
En segundo lugar, la pregunta es para el sistema educativo colombiano, que cada vez llena de papeles y documentos para que los maestros trabajen al tope y se olviden del verdadero papel que deben asumir, el de ser educadores, maestros de verdad. Y en tercer lugar, preguntar al sistema jurídico colombiano, hasta dónde las leyes que se han implementado para fortalecer los derechos de los jóvenes y de los niños, que lógicamente se deben respetar, no se han convertido en un boomerang en el cual ellos exigen que se les cumplan a cabalidad, pero ellos no aportan nada y, como lo decía en una columna anterior, se dedican a chillar todo el tiempo exigiendo del estado todo pero ellos no mueven un dedo, exigen derechos pero no tienen en cuenta sus deberes. Es un sistema jurídico en el cual los padres de familia, los docentes y la sociedad en general han perdido autoridad dejando todo en manos de los niños y jóvenes que se están criando como les da la gana y sometidos a las bandas criminales y delincuenciales a cambio de unas monedas para comprar unos tenis de marca o un celular de alta gama. Ojalá muy pronto, con el concurso de todos, salgamos de esta pesadilla y podamos ser una sociedad donde se pueda vivir plenamente sin temor a nada más que amarnos como hermanos en Cristo Jesús.